ENCUENTRO MEDIOAMBIENTAL ALMERIENSE: EN BUSCA DE SOLUCIONES

RECURSOS HÍDRICOS BARRA DE EXPLORACIÓN

PONENCIA MARCO

LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS

Proyecto AMB95-0493 (CICYT)

Antonio Pulido Bosch

Catedrático de Hidrogeología de la Universidad de Almería

 

RESUMEN

 La provincia de Almería se caracteriza por presentar precipitaciones muy escasas y notable variación espacial y temporal de las cantidades recogidas. En consecuencia, los ríos tienen un régimen muy irregular con prolongadas sequías y algunas crecidas que pueden ser destructivas. La complejidad geológica es también alta, lo que se traduce en la existencia de numerosas unidades de geometría complicada y desigualmente conocida. El sistema hidrogeológico más extenso está integrado por la Sierra de Gádor - Campo de Dalías; además, existen muchas otras unidades de superficie mucho menor y problemática diversa. Los mayores problemas hidrogeológicos derivan de la escasez del recurso, insuficiente como para abastecer con garantía la demanda. Finalmente, se esbozan posibles soluciones, planteadas desde un enfoque global, considerando la interrelación del agua con los demás factores ambientales.

 

INTRODUCCIÓN

La provincia de Almería es, posiblemente, la de menor pluviosidad de toda la península, aunque existen notables diferencias de unos lugares a otros dentro de la provincia. En general, la precipitación aumenta con la altitud y suele disminuir hacia el Este (Martín Rosales et al., 1996 a y b; Martín Rosales, 1997). Esta escasez de precipitaciones se acompaña también de una gran variabilidad espacial y temporal que aparentemente estaría aumentando en los últimos años (Martín Rosales, op. cit.). Debido en gran medida a ello, en la provincia prácticamente no hay ríos de corriente continua en todo su recorrido; hay que decir que, en régimen natural, los períodos sin escorrentía serían mucho mayores, pues las numerosas derivaciones existentes reducen considerablemente el tiempo y los tramos con flujo. La variabilidad espacial y temporal de las precipitaciones tiene igualmente una notable influencia en el régimen de los ríos, que pueden transportar caudales -líquidos y sólidos- extremadamente destructivos, como fue el caso de las inundaciones de Octubre 1973 que hicieron que el río Almanzora superara los 5.500 m³/s en la estación de Santa Bárbara (Vallejos, 1991), o que los ríos Adra, Andarax y Almanzora tengan aportaciones mínimas de 28, 32 y 12 hm³/año y máximos de 172, 121 y 255 hm³/año, respectivamente (CHSE, 1983).

Todo ello plantea una serie de problemas graves al momento de planificar la regulación de estos ríos, especialmente en lo que se refiere a la garantía de abastecimiento de la demanda. Otra incertidumbre sería el dimensionamiento de las obras, que corren el riesgo de verse semivacías muchos años, mientras que otros tienen que desembalsar los excedentes. Se puede ver aún más lejos y enlazar con las influencias sobre el régimen de los ríos y, de una forma general, sobre el equilibrio del medio de las acciones humanas durante los últimos siglos. En efecto, la deforestación masiva, los incendios forestales, el uso de la madera en las actividades mineras, la agricultura marginal, el sobrepastoreo (Simón, 1990; Aguilar et al., 1990) han favorecido la desertización de amplias áreas, acelerado los procesos erosivos, modificado el régimen de los ríos, afectado a la morfología litoral (Jabaloy, 1984), etc.

Así pues, el ciclo hidrológico y la planificación hidrológica guardan una estrecha relación con todos los procesos que actúan sobre el medio tanto sobre el abiótico, como sobre el biótico y el perceptual. El agua, además de un recurso de vital importancia para el hombre, es un agente morfodinámico, y es soporte de vida (Alba-Tercedor, 1996) que interacciona con todos los demás elementos del medio. Quiero hacer esta precisión, aunque el desarrollo que voy a dar a la ponencia sea esencialmente relativo al agua como recurso y, más en concreto, al agua subterránea, aunque en algún momento tenga que aludir a la interrelación con las aguas superficiales.

 

 

EL MARCO GEOLÓGICO Y COMPORTAMIENTO HIDROLÓGICO DE LOS MATERIALES

 

Dado que la ponencia versa sobre las aguas subterráneas, parece necesario definir el marco geológico sobre el que se asientan los acuíferos almerienses aunque soy consciente que tengo que hacerlo de forma telegráfica, ante la gran complejidad geológica de la provincia. Los materiales más antiguos aflorantes (figura 1) corresponden al Dominio Bético s. str. visibles en la sierra de los Filabres y en Sierra Alhamilla. Se trata de materiales metapelíticos, esencialmente, pertenecientes al complejo Nevado-Filábride. Comprende distintas unidades en cuya descripción detallada no voy a entrar. Estos materiales se pueden considerar, desde el punto de vista hidrogeológico, como rocas fisuradas "rocas cristalinas" o "hard rocks" de la literatura francófona y anglosajona (Engalenc, 1978; Larsson et al., 1985; IAH, 1993; Gustafson y Krasny, 1994; Yélamos y Villarroya, 1997) que deben su capacidad de almacenamiento y transmisión del agua a las discontinuidades (esquistosidad, fisuras, fracturas de muy diversa escala...) y a la

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Figura 1.- Esquema geológico de la provincia de Almería y sus bordes. 1: límite de provincia; 2: divisoria hidrográfica; 3: materiales cuaternarios; 4: materiales pliocenos; 5: materiales miocenos; 6: rocas volcánicas; Zonas Externas (7, 8 y 9). 7: Arcillas, calizas y margas; 8: calizas y margas; 9: dolomías y calizas. Complejo Nevado-Filábride (10, 11 y 12). 10: Micasquistos (M. Veleta); 11: micasquistos (M. Mulhacen); 12: mármoles. Complejo Alpujárride (14 y 14). 13: Filitas y cuarcitas; 14: calizas y dolomías

existencia de una franja superficial alterada y o descomprimida. Localmente incluyen tramos carbonatados de entre los que destacan los mármoles de Macael, mundialmente conocidos como roca ornamental; en este caso se trata de un acuífero de tipo kárstico.

La potencialidad hídrica de estos materiales metamórficos es reducida, con caudales en general inferiores a 10 l/s, lo cual no impide que algunos sondeos sean capaces de arrojar caudales dos o tres veces mayores (Alcalde y Pulido Bosch, 1991). En el caso concreto que nos ocupa, existen manantiales ferruginosos y/o carbogaseosos en relación con estos materiales (Benavente et al., 1987; Benavente y Castillo, 1989)) junto con anomalías térmicas positivas, aunque no muy acusadas (Tapia, 1980; Sánchez Martos, 1997).

Los materiales del complejo alpujárride constituyen las unidades suprayacentes a las descritas. Aunque existen unidades diferentes en número y constitución litológica de detalle, según las transversales (Jacquin, 1970; Orozco, 1972), se puede definir una sucesión "tipo". Dicha sucesión tipo incluye un tramo basal metapelítico de desarrollo muy variable, con tramos cuarcíticos intercalados, que gradualmente pasan a un conjunto carbonático. La transición está frecuentemente ocupada por calcoesquistos de potencia muy variable, pudiendo incluso estar ausentes por "cepillamiento". La serie carbonática, más o menos dolomítica, más o menos metamorfizada y con ciertas intercalaciones de arcillas, margas y/o filitas y calcoesquistos, llega localmente a superar los 800 m de espesor. El tramo basal metapelítico y cuarcítico puede considerarse de comportamiento acuicludo y/o acuitardo; este último caso correspondería con los sectores de escaso espesor y/o abundancia de tramos cuarcíticos intercalados. La compleja estructura, unido a los cambios de facies relativamente frecuentes que pueden existir, llegan a favorecer notablemente la compartimentación entre las unidades.

Los materiales acuíferos por excelencia en la provincia de Almería son los carbonatos alpujárrides, al menos en la mitad meridional. En dicho sector alcanzan gran desarrollo y son asiento de numerosos pozos altamente productivos. Los tramos pelíticos y/o metapelíticos intercalados pueden complicar considerablemente la continuidad vertical y/o lateral en la serie carbonática.

En el extremo septentrional afloran materiales asignados a la Zona Subbtética y a la zona intermedia subbético-bética. Desde el punto de vista litológico los primeros comprenden un tramo basal dolomítico, localmente muy triturado (kakiritas) que gradualmente pasa a calizas de colores claros y/o rojizos. La notable tectonización de estos materiales y los procesos de karstificación han contribuido a conferirles comportamiento acuífero (Moreno et al., 1983; Castillo et al., 1989; Marín et al., 1996); los sondeos perforados en ellos pueden también ser muy productivos, aunque son menos numerosos que en el caso alpujárride. Los materiales subbéticos restantes (Geel, 1973) son esencialmente margosos y margocalizos y representan desde el Malm hasta el Mioceno medio (Baena et al. 1977; y Voermans et al., 1979). Tienen estructura compleja, debido a la existencia de numerosas escamas tectónicas de vergencia aparentemente contraria a la norma en las béticas (Voermans et al., 1979).

Los materiales miocenos presentan gran variedad de facies y espesores; predominan los margosos y ocupan los fondos de los valles, correspondientes con estructuras sinformes y/o grabens de historia más o menos compleja. En ciertos casos se ha comprobado la existencia de una variación lateral desde calizas, calizas pararrecifales, calcarenitas y conglomerados, hacia facies más profundas y/o restringidas, incluyendo evaporitas y lutitas. Las rocas volcánicas, o procedentes de la erosión de las mismas (conglomerados de cantos de rocas volcánicas) alcanzan localmente un notable desarrollo (Campo de Dalías, por ejemplo; Baena y Ewert, 1983).

Las rocas carbonatadas miocenas frecuentemente se encuentran en continuidad con los materiales carbonáticos alpujárrides, por lo que forman una misma unidad hidrogeológica. Los conglomerados de rocas volcánicas tienen, en general, valores bajos de permeabilidad que se traduce en la aportación de caudales escasos (Ollero y García, 1981) e incluso en la formación de barreras hidráulicas de importancia real aún escasamente conocida (Domínguez y Custodio, 1993 y 1994; Molina, 1997). Las rocas volcánicas del Cabo de Gata son escasamente conocidas desde el punto de vista hidrogeológico, aunque cabe pensar que su potencialidad es pobre.

La serie margosa miocena y/o pliocena suprayacente, de espesor muy variable según los sectores, juega el papel de formación prácticamente impermeable, aunque puede albergar intercalaciones de tramos de otras litologías de comportamiento diferente. Tal es el caso de los yesos messinienses (Pulido Bosch, 1982 y 1986; Calaforra, y Pulido Bosch 1996; Sánchez Martos, 1997) que llegan a constituir ejemplos únicos de karst en yesos a nivel global (Calaforra, 1996; Calaforra y Pulido Bosch, 1997). La existencia de esas intercalaciones evaporíticas puede jugar un importante papel en la adquisición de sales por parte de las aguas subterráneas (Sánchez Martos, op. cit.; Molina, op. cit.).

Los materiales pliocenos pueden presentar facies muy diversas y espesores variables según los sectores. Pueden ser terrenos deltaicos muy heterogéneos (delta del Adra y Andarax; Pulido Bosch, 1988; Pulido Bosch et al., 1988 y 1989; Sánchez Martos, op. cit.; Carrasco y Martín, 1988), margas, margas arenosas y calcarenitas (Rodríguez y Martín, 1993; Domínguez y González, 1995; Domínguez et al, 1996). Tienen comportamiento acuífero aunque con potencialidad acuífera media baja, a lo que se le une el hecho de contener a veces, aguas de contenido salino elevado, posiblemente debido a un deficiente lavado de los materiales unido a la existencia de fracturas recientes (Fourniguet, 1977; Navarrete, 1992) que impiden el adecuado lavado de algunos bloques hundidos.

Los materiales cuaternarios adquieren especial desarrollo en áreas bien localizadas; posiblemente los afloramientos más espectaculares correspondan con los grandes abanicos aluviales del borde meridional de la Sierra de Gádor (Estelrich y Trilla, 1980; Goy y Zazo, 1986); además, los depósitos cuaternarios pueden alcanzar un cierto desarrollo en relación con los ríos mayores actuales (Adra, Andarax y Almanzora, donde se llegan a acumular en los deltas ( Sánchez Martos, 1997), a lo largo de su lecho (Andarax; Sánchez Martos, op. cit.; Almanzora; Vallejos et al., 1994; Martín Vallejo, 1997) o en las denominadas "cubetas", aunque en este último caso probablemente engloben materiales más antiguos en la unidad hidrogeológica que definen (Saltador; Castillo et al., 1992.; Ruiz Tagle et al., 1989 ; Overa; Vallejos, 1991; Pulpi; Cerón, 1992).

 

 

PRINCIPALES RASGOS HIDROGEOLÓGICOS

 

En la figura 2 se representa un esquema hidrogeológico de la provincia de Almería, de donde se puede deducir que la Sierra de Gádor constituye el mayor complejo hidrogeológico. Le seguirían en extensión los acuíferos del Campo de Níjar, las Sierras de María y del Maimón, con su prolongación fuera de la provincia, los acuíferos dispersos de la cuenca del Almanzora, los deltas del Adra y del Andarax.

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Figura 2.- Esquema hidrogeológico de la provincia de Almería. 1: Límite de provincia; 2: divisoria hidrográfica; 3: acuíferos carbonáticos; 4: idem detríticos; idem en yesos; 6: sectores de escasa potencialidad acuífera (margas y/o metapelitas)

 

La Sierra de Gádor ha sido generalmente descrita, desde el punto de vista hidrogeológico, de muy diversas maneras aunque raramente como una entidad única (García López, 1997). Ello obedece a razones intrínsecas y a otras más anodinas; en efecto, dentro de las primeras se tendría la gran complejidad hidrogeológica del macizo que presenta aparentes saltos piezométricos laterales y verticales bruscos, acompañados a veces de variaciones hidrogeoquímicas. Las otras razones pueden ser "históricas" o "tradicionales", y en relación con la explotación. En efecto, siempre se ha descrito el Campo de Dalías como un sistema y/o acuífero, debido al hecho de que en dicho lugar se lleva a cabo una explotación muy intensa. Parte de la Sierra de Gádor ha sido estudiada desde la cuenca del Andarax debido también, en gran medida, a ser otro área de aplicación del agua bombeada.

 

 

La Sierra de Gádor como gran sistema acuífero

 

La Sierra de Gádor, desde el punto de vista hidrogeológico, debería de ser considerada como una sola unidad de actuación, aún a sabiendas de su complejidad. En efecto, el área de alimentación de todas las "unidades" en las que los diferentes estudios han dividido este macizo es la citada sierra, siendo las "unidades" prolongaciones del mismo y áreas de explotación; desde este último punto de vista sí que se puede seguir manteniendo la terminología clásica, pero las actuaciones regeneradoras deberían de ser tomadas a la escala del macizo.

Con cerca de 700 km² de superficie (figura 3), la Sierra de Gádor está integrada esencialmente por materiales alpujárrides triásicos englobados en las unidades de Gádor y Felix. La primera de ellas tiene un desarrollo mucho mayor de la serie carbonatada que la segunda, aunque son frecuentes las intercalaciones lutítitas. La base metapelítica aflora, al parecer, únicamente en la denominada escama de Balsa Nueva (Thauvin, 1986), aunque debe constituir el sustrato impermeable y posiblemente barrera entre parte de los bordes meridional y septentrional. En relación con esto último, conviene recordar que la sierra de Gádor supera los 2000 m de altitud, motivo por el cual cabe pensar que debe de existir una parte central ocupada por las metapelitas, a una cota tal que los materiales suprayacentes se encuentren sin saturar.

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Figura 3.- Esquema hidrogeológico de la Sierra de Gádor -Campo de Dalías. 1: Unidad de Balanegra; 2: Unidad de Balerma-Las Marinas; 3: Unidad de Aguadulce

 

Ambas cosas -sustrato a cotas elevadas, y existencia de tramos impermeables y/o semipermeables podrían explicar la aparente desconexión que existe entre diversos sectores del acuífero; el porqué existen manantiales de caudales elevados (García López, op. cit.) junto a otros bloques donde el nivel piezométrico puede situarse varias decenas de metros más bajo. Si tenemos en cuenta que además los materiales del manto de Felix tienen más de un tramo metapelítico, se tienen sectores en los que puede haber en una vertical un auténtico multicapa que la explotación intensiva de los últimos 30 años (IGME, 1977 y 1987; Domínguez, et al.1996) ha llegado a "individualizar" prácticamente.

Si la complejidad hidrogeológica es grande a nivel del sector aflorante, ésta se dispara en aquellas áreas bajo recubrimiento de materiales mio-pliocuaternarios (Campo de Dalías y Bajo Andarax, por ejemplo) ante la dificultad añadida de la falta de información contrastada.

Lo que sí parece claro es que este sistema se encuentra sobreexplotado en su borde meridional -se está ya lejos de la justificación del nombre de la localidad de Aguadulce, lugar de la descarga mayoritaria del sistema en régimen natural-, y que ya hace tiempo que manifestó evidencias locales de salinización de origen marino (Thauvin, 1981; Vallejos et al., 1997), aunque no se descartan otros posibles orígenes para parte del contenido salino (Pulido Bosch, 1997; Molina, 1997). El extremo occidental del macizo también motivó evidencias de sobreexplotación hace ya muchos años, como consecuencia de los bombeos que se hacían para el abastecimiento a la ciudad de Almería.

 

 

La ventana de Turón

 

Aunque la ventana de Turón se encuentra prácticamente toda ella dentro de la provincia de Granada, su estrecha relación con el río Adra, tan estrechamente ligado a la provincia de Almería, me hace incluirla aquí. La singularidad de este acuífero estriba en la estrecha relación que guarda con el embalse de Beninar, cuyas fugas lo alimentan. Los manantiales de Marbella, con anomalía geotérmica positiva y contenido salino relativamente elevado con respecto a lo que eran las aguas de los materiales equivalentes en la Sierra de Gádor, constituyen el sector de descarga; éste es susceptible de regulación merced a los sondeos mecánicos allí realizados (Carrasco et al., 1981; García López et al. 1991).

Los materiales acuíferos en esta unidad son los carbonatos triásicos del manto de Gádor; se desconoce con certeza si tiene continuidad hidráulica lateral tanto hacia el Oeste (Sierra de Lújar) como hacia el Este (Sierra de Gádor). La potencialidad de esta unidad es muy grande y constituye una pieza clave dentro de un esquema racional de explotación de los recursos de la cuenca del río Adra, cuyo régimen se ha visto sensiblemente modificado desde la entrada en funcionamiento de la presa de Benínar (García López et al., 1991)

 

 

El Bajo Andarax

 

Me refiero únicamente al denominado "acuífero detrítico" (Pulido Bosch et al., 1992; Sánchez Martos, 1997), ya que los materiales carbonáticos de Gádor ya han sido comentados. La peculiaridad de este acuífero reside en su estrecha conexión con el río Andarax, que constituye su principal fuente de alimentación. Su afluente, la rambla de Tabernas, tiene una notable influencia sobre las características físicas y químicas de sus aguas, a partir de su punto de confluencia. En este acuífero ya fueron descritos procesos de intrusión marina hace muchos años (Orellana, 19720.), aunque también existen aguas salobres con otro origen (Sánchez Martos, op. cit.) en las cercanías del aeropuerto y a cotas por encima del nivel del mar.

 

 

El Campo de Níjar

Este sector presenta una complicada problemática hidrogeológica derivada de la escasez del recurso y de su calidad, que lo ha hecho objeto de atención por parte de los medios de comunicación durante los últimos meses. El denominado acuífero del Campo de Níjar ocupa una superficie cercana a los 160 km2 (Carrasco, 1988) distribuida en cuatro sectores, de los cuales el central es el de mayor desarrollo. Los materiales acuíferos son detríticos pliocenos, calcarenitas, y calizas arrecifales mio-pliocenas; el conjunto puede contactar lateralmente con materiales acuíferos cuaternarios.. El sustrato lo constituyen los materiales metapelíticos alpujárrides y las margas miocenas. La estructura del área es relativamente sencilla; se trata de un suave sinclinal que afecta a los materiales miocenos y pliocenos.

Durante los últimos años se ha producido un ligero aumento de la demanda, como consecuencia del aumento de la superficie cultivada y del aumento de la población. Desde el inicio de los años ochenta se detectaron indicios de sobreexplotación local, aunque debido a la existencia de bloques situados a cotas diversas los descensos fueron muy varables de unos sectores a otros, habiendo incluso subidas significativas del nivel piezométrico en algunos de ellos (Carrasco, op. cit.). Se le han estimado unos recursos cercanos a 15 hm3, a todas luces insuficientes para abastecer toda la demanda potencial del área.

Existen además toda una serie de pequeños acuíferos en este sector, tales como el de la rambla de la Palmerosa,, Hornillo-Fernán Pérez, El Alquián-Cabo de Gata, por citar los mas relevantes. Todos ellos tienen recursos muy limitados debido a su escasa extensión y a lo reducido de la recarga como consecuencia de la escasez de lluvias del sector.

 

 

Los acuíferos dispersos de la cuenca del Almanzora

 

Dentro de la cuenca del Almanzora existen numerosas pequeñas unidades acuíferas muy compartimentadas (Sierra de la Estancias -sectores septentrional y meridional-, Alcóntar-Bacares, Lújar-Macael), integradas por materiales marmóreos -Macael-, nevadofilábrides y carbonáticos triásicos alpujárrides, y las pequeñas "cubetas" de Overa, Saltador y Pulpi. Estas unidades (figura 4) se caracterizan por su pequeña extensión, la sobreexplotación de sus recursos en varias de ellas, y la existencia de una anomalía térmica positiva visible en una veintena de puntos acuíferos (Castillo et al., 1986; IGME, 1987; García y Vives, 1987; Vallejos, 1991; Cerón y Pulido Bosch, 1996).

 

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Figura 4.- Esquema hidrogeológico de los acuíferos dispersos de la cuenca del Almanzora. 1: Materiales pliocuaternarios, 2: Materiales carbonatados (calizas y dolomías), 3: Materiales carbonatados (mármoles).

 

La fracturación y los cambios de facies han favorecido la existencia de numerosos compartimentos, resaltados por la existencia local de bombeos intensivos que pusieron de manifiesto la existencia de barreras hidráulicas que permanecían ocultas. Las tradicionales galerías captantes que jalonaban los aluviales del río Almanzora y sus afluentes perdieron mucha utilidad cuando los bombeos en pozos y sondeos hicieron bajar los niveles, al menos estacionalmente.

 

 

Las Sierras del Maimón y María

 

Esta unidad acuífera adquiere un notable desarrollo, teniendo en cuenta que se continua hacia la provincia de Granada. Su condición de Parque Natural constituye una cierta garantía en lo que respecta a la protección de sus recursos hídricos. Las surgencias principales se sitúan en la extremidad oriental, aunque existen algunas en el borde septentrional. En gran medida permanece su funcionamiento en régimen natural, ya que los bombeos se restringen a algunos abastecimientos. Sus aguas son de buena calidad.

 

 

PROBLEMÁTICA GENERAL

 

Los problemas relacionados con el agua subterránea en Almería se refieren a la cantidad y a la calidad. Dentro de los primeros se tiene la escasez como principal, que hace que las áreas más desarrolladas económicamente lo sean sin que la explotación del agua subterránea se haga dentro de los límites de lo que se denomina "desarrollo sostenible", es decir, mediante una "explotación minera" más o menos amortiguada. El Campo de Dalías constituye el mejor y más importante ejemplo de ello.

La alimentación de los acuíferos está, obviamente, relacionada con la cantidad de precipitación y su distribución temporal; quiere ello decir que al ser la precipitación muy variable en el tiempo y en el espacio, la alimentación también lo es (figura 5). Cuando los sistemas o unidades acuíferas tienen pequeña dimensión, su poder regulador también es escaso, de forma que los años húmedos pueden ser excedentarios y los secos muy deficitarios.

 

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Figura 5.- Distribución esquemática de la lluvia útil (mm) en la provincia de Almería (modificado de Pulido Bosch, 1997)

Los problemas de calidad están muy relacionados con los de cantidad, aunque el sustrato litológico puede jugar un papel decisivo en muchos casos; tal sucede con la existencia de evaporitas en el mismo. La relación más estrecha calidad-explotación se tiene en los acuíferos costeros susceptibles de verse afectados por procesos de intrusión marina. La movilización de aguas "fósiles" constituye también un problema localmente importante. Tal es el caso de las aguas de la unidad de Balerma-Las Marinas (Pulido Bosch et al., 1989. y 1990) y proximidades del delta del Andarax, en el ejemplo anteriormente citado.

Los problemas de calidad y cantidad están también asociados con las aguas superficiales; en efecto, las aguas de escorrentía pueden -en algún caso- contener elevadas concentraciones salinas (rambla de Tabernas, por ejemplo; Pulido Bosch et al., 1992). Asimismo, durante las lluvias intensas (Martín Rosales, 1995) la escorrentía superficial podría recargar más los acuíferos si se realizaran algunas infraestructuras. aprovechando mejor el potencial regulador de los acuíferos (Martín Rosales, 1997)

La fuente potencial no puntual por excelencia corresponde a las actividades agrícolas que pueden aportar nitratos (Jiménez et al. 1996), sales y pesticidas, entre otros. Los residuos sólidos y líquidos urbanos constituyen otras tantes fuentes potenciales de contaminación. Dado que los aspectos de calidad son el objet de otra ponencia específica, no me extenderé sobre estos aspectos.

 

 

ANOTACIONES PARA UNA ADECUADA GESTIÓN

Es bien sabido que la gestión de la "escasez" es siempre más compleja y requiere mucho mayor ingenio que la gestión de la "abundancia". En la provincia de Almería se está en el primer caso. Algunos autores han llevado a cabo propuestas (Alonso, 1989) y/o esbozos de posibles soluciones (Pulido Bosch et al., 1989), a las que se unela administración desde la declaración provisional de sobreexplotación en el marco de la Ley de Agua e incluso dentro de la ordenación de los recursos (Villalobos, 1996).

Soy de la opinión de que la solución ni es fácil, ni única, ni barata, ni -posiblemente- aceptada por muchos de los usuarios. Por tanto, no voy a tener la ingenua pretensión de dar aquí la alternativa que resuelva los problemas tan graves de cantidad y, algo menos, de calidad. Quiero, no obstante, hacer unos planteamientos generales sobre lo que entiendo que pueden ser las vías para acometer una decidida política de regeneración del medio, de forma global e interrelacionada que no contemple cada elemento ambiental como algo independiente, sino todo lo contrario.

Algunos aspectos son claros y ya han sido escritos y difundidos más o menos extensamente; entre otros se tienen:

- necesidad de reducir las pérdidas de agua en cualquiera de los eslabones que van desde la extracción hasta el consumo

- necesidad de reutilizar las aguas debidamente depuradas, de forma directa y/o para llevar a cabo recarga artificial con fines diversos

- diversificar las fuentes de suministro

- reducir la demanda

- importar más recursos desde áreas excedentarias.

La vía global parte de la premisa de considerar que la provincia de Almería ha sufrido un proceso de degradación del medio de forma más o menos continuada durante varios siglos. Muchos autores afirman que los ecosistemas almerienses son los que son y corresponden al resultado de la influencia de los diferentes factores sobre el medio; pretender cambiarlos sería irracional e iría en contra de la conservación del medio natural; el desierto es el desierto y no se debe pretender cambiarlo.

Ello es bien cierto, aunque conviene recordar que las actuaciones a que nos referíamos al principio del párrafo anterior han tenido un fuerte impacto sobre el medio casi a nivel vida humana. Tal sería el caso de la deforestación de la Sierra de Gádor. La madera como fuente de energía, primero, su empleo en la minería después, y la metalurgia, finalmente, hicieron desaparecer una densa cobertera cuyo impacto ha debido afectar no sólo al suelo, la fauna y la flora, sino posiblemente a las condiciones climáticas a nivel más o menos local. Algo similar podría decirse del sobrepastoreo y /o de la agricultura marginal, muy escasamente rentable pero de elevado poder degradante.

Así pues, aunque se parte del hecho de que no hay que ir contra natura, sí que parece adecuado llevar a cabo una política adecuada de identificación de los problemas y actuar sobre ellos con los herramientas más naturales posibles, diferentes en cada caso, pero tendentes a hacer que el medio se regenere. Eso pasará, posiblemente, por la disminución del poder erosivo de las aguas de escorrentía, aumento de la infiltración, regeneración de suelos, aumento de las áreas colonizadas por las especies autóctonas...

Para el caso de los riesgos relacionados con las avenidas catastróficas, la revegetación con especies autóctonas y la construcción de diques de retención e infiltración puede favorecer, además, el aumento de la disponibilidad de recursos, siempre y cuando se haga de una manera bien planificada. El conjunto se puede complementar con una red de balsas y zanjas de recarga que favorezcan la infiltración en amplias áreas. En el borde meridional de la Sierra de Gádor, los estudios llevados a cabo por el Grupo de Investigación del cual soy responsable (Pulido Bosch et al., 1997; Martín Rosales, 1997; Pulido Bosch, 1997) han demostrado la eficacia potencial de tales iniciativas.

En su momento indiqué el problema que plantean los embalses de regulación, como consecuencia de la variabilidad temporal de las aportaciones; dichos embalses difícilmente garantizarían la demanda que podrían satisfacer las aportaciones medias: muchos años tendrían que desembalsar, y otros las aportaciones serían muy escasas. No obstante, la necesidad de embalses que laminen las avenidas catastróficas es bien clara, por lo que posiblemente la política hidráulica deba pasar por el empleo conjunto de los embalses y de los acuíferos para así llegar a garantizar adecuadamente la demanda. Desgraciadamente no parece que sea esa la política que realmente subyace en el Plan Hidrológico de cuenca.

Todo ello no nos puede hacer olvidar las afecciones ambientales; la tópica frase "el agua que se pierde al mar" no es muy acertada desde el punto de vista ambiental. La eliminación total de las crecidas supone también un impacto ambiental en el ámbito mediterráneo, cuyas consecuencias tiene que ser evaluadas desde una perspectiva global.

 

 

REFERENCIAS

Aguilar, J. et al. 1990. Evaluación de suelos y calidad del agua subterránea en el Bajo Andarax (Almería). IARA-Univ. Granada. 3 vol. inédito

Alba-Tercedor, J. 1996. Macroinvertebrados acuáticos y calidad de las aguas de los ríos. IV SIAGA, II:203-213

Alcalde, F. y Pulido Bosch, A. 1991. Caracterización hidrogeológica de las metapelitas alpujárrides de la Costa del Sol Granadina. III Simp. Agua en Andalucía, I: 279-287. Córdoba.

Alonso, C. 1989. Soluciones para los acuíferos del Campo de Dalías. Temas Geol. Min., 10: 147-156.

Baena, J. y Ewert, K. 1983. Mapa geológico de España a escala 1:50.000. Plan MAGNA. Hoja 1058 (Roquetas de Mar). IGME, Madrid.

Baena, J. et al. 1977. Memoria y mapa geológico de la hoja 24-38 (Vélez Blanco). 42 p. IGME, Madrid.

Benavente, J., Pulido Bosch, A. y Morales, G. 1987. Principales rasgos hidrogeoquímicos del delta del río Adra. Hidrogeol. y Rec. Hidrául. XI: 131-140. Mallorca.

Benavente, J. y Castillo, A. 1989. Estudio hidrogeoquímico de la cuenca del río Adra. Est. Geol. 45: 81-90.

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