ENCUENTRO MEDIOAMBIENTAL ALMERIENSE: EN BUSCA DE SOLUCIONES

PATRIMONIO HISTÓRICO ARTÍSTICO BARRA DE EXPLORACIÓN

DOCUMENTOS DE TRABAJO Y COMUNICACIONES

EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DE CARÁCTER HISTÓRICO-ARTÍSTICO EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA: ENTRE LA CONSERVACIÓN, EL DETERIORO Y LA TRANSFORMACIÓN

José Domingo Lentisco Puche

Asociación Naturalista Mahimón de la Comarca de los Vélez

 

I LA CRISIS DEL SIGLO XX

Durante el siglo XX, especialmente en su segunda mitad, se han producido una serie de transformaciones y circunstancias (unas de carácter nacional y otras más particulares) que han incidido de forma directa en los modos de vida y, por tanto, nos ayudan a comprender la situación del patrimonio almeriense en la actualidad:

a) Una crisis generalizada en el sistema económico de las comarcas campesinas españolas y, por tanto, una quiebra real del soporte fundamental de las sociedades agrícolas.

b) Como consecuencia de lo anterior, muchas zonas de España, entre ellas Almería, sufrirán una terrible sangría de personas, especialmente entre los años 50 y 60. La población vieja alcanza altos porcentajes y las viviendas urbanas, pero sobretodo las del medio rural y los pueblos, son abandonadas definitivamente y, al poco, se produce la ruina total o parcial de las instalaciones e infraestructura campesina.

c) Una fuerte paralización de la construcción desde los años 20 hasta finales de los 60, que contrasta vivamente tanto con los periodos anteriores de expansión (s. XVIII y XIX), como con el vertiginoso desarrollo de los últimos años.

d) En general, se constata el paso de tiempo y el deterioro de muchas viviendas almerienses debido a su uso continuado. La vida media de las edificaciones es considerablemente extensa, por lo que muchas de ellas presentan necesidades urgentes de reparos y/o consolidación de estructuras.

e) Muchos edificios dejan de cumplir la función para la que fueron levantados, de manera que ahora o se adaptan las nuevas demandas sociales o se abandonan. Este es el caso de las iglesias, las ermitas o las industrias e infraestructuras tradicionales (almazaras, pósitos, tercias, acueductos, tejeras, molinos, etc).

f) Un cambio en la formas de vida y en la propia mentalidad de la sociedad almeriense a partir de los años 60. La evolución ideológica y los comportamientos de las modernas sociedades en su conjunto inciden igualmente en el patrimonio. Con nuestra incorporación a un mundo en continua evolución y progreso económico, mejora el nivel de confort de las familias y, por tanto, las propias aspiraciones en cuanto a la vivienda. Decenas de viviendas son abandonadas porque no ofrecen las comodidades del hogar moderno, o se sufren transformaciones importantes para adaptarlas a las nuevas necesidades de la sociedad de consumo.

g) Los avances y nuevas técnicas de construcción se aplican con más o menos fortuna sobre viejas estructuras heredades de siglos anteriores.

h) Finalmente, el propio concepto y valoración de los almerienses por lo que hoy denominamos "patrimonio histórico-artístico" ha experimentado diferencias cuantitativas de criterio. Por ejemplo, en los últimos años se ha pasado de no prestarle la mínima atención (años 50, 60 y 70), incluso estimar que era una rémora para la construcción, un obstáculo para el nuevo desarrollo y una muestra del atraso y la miseria que vivieron muchos grupos sociales a comienzos de siglo, a constituirse en motivo de orgullo para muchos almerienses, que comparten la necesidad de conservarlo, tanto por cuestiones estético-sentimentales como por su evidente interés desde el punto de vista del desarrollo turístico-económico de la zona.

 

II ENTRE LA CONSERVACIÓN Y LA TRANSFORMACIÓN

En los últimos años, la sociedad en su conjunto ha experimentado una progresaba concienciación sobre la importancia de todo este patrimonio, se han desarrollado y aplicado numerosas figuras de protección y se ha intervenido de forma apreciable por parte de las administraciones y particulares en la restauración y conservación de edificios y otros elementos singulares, dada su avanzada edad y estado de conservación. Sin duda, se ha perdido gran parte del patrimonio histórico (especialmente arquitectónico); pero también se han conocido espectaculares transformaciones de los cascos urbanos ante la necesidad de renovar el patrimonio edificado mediante programas de rehabilitaciones y restauraciones en el marco general de desarrollo y expansión que, sin duda, van a seguir experimentando todas las localidades en el futuro.

Ante la ineludible necesidad de actuar en las construcciones por diferentes motivos (ruina, reacondicionamiento, restauraciones, etc), se nos plantea una cuestión fundamental: cómo debemos intervenir en los cascos históricos para su mantenimiento, tanto en el patrimonio consolidado, como en las nuevas edificaciones.

Desde luego no pretendemos aportar ninguna teoría al respecto, sobre un tema que tiene su origen hace decenas de años, sobre el que plumas autorizadas han escrito largamente y polemizado experimentados tratadistas. Hoy, con más fuerza si cabe, se debate intensamente en foros internacionales y académicos.

Para algunos, no se debe intervenir en las antiguas edificaciones con valor histórico o artístico, ya que con ello estamos desvirtuando la obra original y suplantando un orden primitivo. Las restauraciones nunca se realizarían totalmente fieles al proyecto inicial, por tanto deberemos abstenernos de intervenir, aunque se halle en ruinas; esta es la única manera de mantener inalterado su diseño y sentido primitivo.

Desde luego, es cierto que las restauraciones casi nunca suelen respetar absolutamente la obra original, y menos hoy: nuevos materiales, avances científicos en la construcción, ideología de arquitectos y artistas, etc. No existen restauraciones "gratuitas" u objetivas, siempre se plasman los conocimientos, las técnicas y las formas de pensar del hombre del momento. Pero, de aplicarse esta teoría, resultaría a la larga nefasta para una buena parte de los bienes culturales, y, además, no repara en un aspecto que nosotros consideramos decisivo: si bien algunos edificios restaurados pierden parcialmente su imagen tradicional, también es posible (depende del proyecto) su mejora, su uso social y su enriquecimiento artístico con la estética de cada coyuntura histórica.

Frente a la teoría anterior, se encuentra la extendida idea de los que opinan que es imprescindible actuar sobre el patrimonio mediante restauraciones y rehabilitaciones de todo tipo. Ahora bien, de qué manera se actúa, respetando y tratando de imitar la obra original o aplicando criterios del propio tiempo. Esto es, en un lenguaje más coloquial: reproducir "lo antiguo" o lo que supuestamente allí había; o bien, conservar lo imprescindible y suplantar lo nuevo. Si nos dedicamos a imitar: nunca será igual y limitamos la propia capacidad de imaginación y creación de los técnicos actuales; aunque, por otro lado, superficialmente respetamos la idea original de su autor y satisfacemos los deseos de la mayoría de la población que no le importa contemplar falsos decorados histórico-artísticos. Si por el contrario, intervenimos con total libertad y nuevas ideas, corremos el riesgo de adulterar, incluso destruir aspectos del objeto sobre el que se actúa, suplantar su imagen primitiva y crear un desencanto creciente entre la población; aunque, también es posible aportar nuevas soluciones estéticas, enriquecer el patrimonio artístico, garantizar su uso social y mejorar la calidad y conservación del edificio.

¿Y en los cascos históricos?. ¿Qué pasa cuando se arruina o desaparece o es preciso remodelar una vivienda?. ¿Se debe reedificar todo tal cual o dejamos libertad de creación, medidas, etc?. ¿Obligamos al vecino a que mantenga su fachada simplemente porque es original o es "antigua"; más aún, si es susceptible de mejora con diseños actuales?. Cada vez que tengamos de sustituir una pieza urbana ¿nos limitaremos a reproducir un modelo aprobado por la administración?...

No podemos condenar a una zona, un pueblo o un barrio a repetir una y otra vez escenarios simulados. Cierto que no se debe ocultar, afear o perjudicar el valioso patrimonio heredado, (entre otras cuestiones, porque puede constituirse en una fuente de recursos turística para su población), pero no repetir hasta la saciedad modelos y tipos, supuestamente, inspirados en lo "típico", en lo "genuino", en lo "antiguo", en lo "propio", en lo que, según algunos, "nos distingue de los demás"; pero, eso sí, fabricados con técnicas, diseños y materiales actuales. ¡Ya está bien de fachadas teatrales que esconden una realidad totalmente diferente!.

Este complicado y trascendental dilema mantiene divididos a muchos técnicos y, en la actualidad, la sociedad en su conjunto participa de manera activa en el debate cuando reivindica el mantenimiento del patrimonio cultural y su difusión a amplias masas de la población.

Es obvio que no existe una receta definitiva. Probablemente habrá que estudiar la solución para cada caso, manteniendo y garantizando la conservación de lo realmente valioso del pasado, compatibilizando los intereses individuales con los de la colectividad; pero sin coartar la imaginación y las técnicas del XX o del XXI y sin renunciar al enriquecimiento del patrimonio arquitectónico con las aportaciones modernas.

Bajo nuestro particular punto de vista, entendemos que se debe contar con una normativa urbanística precisa, sencilla y clara, que atienda a aspectos que afectan al colectivo social de cada pueblo y a los vecinos inmediatos de la nueva edificación: alturas, anchuras, perspectivas, rasantes, superficie ocupada, anchura de la calle, cuerpos volados, propiedad pública, etc; y, al mismo tiempo, unas mínimas recomendaciones sobre materiales y aspectos estéticos de las fachadas de acuerdo con el entorno circundante. Lo importante, en todo caso, es evitar: graves especulaciones; agravios comparativos; construir ilegalmente; no respetar las delimitaciones del suelo; obtener más metros a costa de elevar el volumen edificado; etc, etc, donde sí que hay una grave responsabilidad de técnicos, promotores y autoridades.

Respecto al patrimonio consolidado y reconocido (monumental o no); esto es, lo antiguo, lo viejo, habrá que conservarlo hasta donde se pueda, restaurándolo cuantas veces sea preciso y pueda permitírselo la sociedad; pero pensando en clave del XX y en los usos actuales. Nos tendremos que acostumbrar a derribos y desapariciones de edificios antiguos (que no sean fundamentales) y a diseños modernos, pero de calidad; no a series anodinas, a copias burdas, o a modas superpasajeras que tanto proliferan en los últimos años.

Querámoslo o no, se está produciendo una real y profunda transformación en el paisaje urbano y en el futuro lo hará más; entendemos que hay que encaminar el proceso sin ser excesivamente estricto, estudiando casos singulares; conservando lo realmente importante y, sobre todo, ganado en patrimonio moderno.

 

III PROPUESTAS GENERALES

1º) Mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Los almerienses tienen que sentirse confortables en su vivienda (posibilidad de adaptaciones, nuevas construcciones, colaboraciones económicas, etc) y en su municipio (mejora de la urbanizaciones, zonas verdes, primacía del peatón, etc).

2º) Mantener el aspecto general del casco histórico. Es imprescindible consolidar y mejorar los paisajes urbanos, las perspectivas, las zonas libres; lo que, sin duda, generará beneficios a nivel económico y el sostenimiento de un nivel de vida digno.

3º) Conservar la riqueza arquitectónica (grandes viviendas, rejería, carpintería, etc). Es preciso que los edificios mantengan un aspecto, diseño y conservación dignos; que los accesos sean practicables y sencillos (donde sea posible, facilitar aparcamientos); contar con instalaciones de información, etc.

4º) Ordenar la futura expansión de municipio. El crecimiento es inevitable y, en muchas ocasiones, positivo; especialmente cuando se planifica racionalmente, sin que afecte gravemente al casco consolidado, mejorando las nuevas áreas de expansión, evitando especulaciones dentro de lo posible, ofertando distintas modalidades de urbanizaciones para satisfacer la demanda.

5º) Aumentar y enriquecer su patrimonio con nuevos edificios singulares, diseñados y construidos según esquemas y estéticas actuales.

 

IV PATRIMONIO Y TURISMO RURAL

Conviene finalmente que reflexionemos sobre la relación que debe o puede existir entre patrimonio y turismo, dado que, en el caso del turismo de interior se da una interconexión evidente: además de los atractivos de las personas, del campo, del paisaje, de la gastronomía, del hospedaje, del comercio, etc; la riqueza y variedad de nuestro patrimonio es un factor clave en la demanda de los visitantes: los templos, castillos, calles, viviendas privadas, fuentes, etc; son corrientemente uno de los elementos determinantes de la oferta turística.

 

Conservar el patrimonio en condiciones adecuadas.

Ello requiere una doble actuación: sensibilización para la valoración de su pueblo; y, de otra parte, inversión pública tanto en la restauración de los grandes monumentos (dotados de un uso y servicios concretos), como en la urgente ayuda financiera a los vecinos de la localidad para mejora su vivienda.

 

Ofrecer una información ajustada y correcta.

En líneas generales, a los visitantes, llenos de curiosidad, les interesa la monumentalidad, la grandiosidad, el misterio, la leyenda, la antigüedad, el anecdotario histórico y lo rural (la imagen estereotipada de lo que tiene que ser el medio rural). Un guía debe tener presente éstas y otras consideraciones, pero no debe limitarse al interés exclusivo de la mayoría. Desde luego no les enseñaremos lo que no les interesa, pero sí conviene decir algo de lo que no quieren o no esperan oír: desmontar las falacias históricas; fijar la procedencia temporal exacta del edificio; valorar en su justa medida el interés histórico-artístico y, sobre todo, explicar brevemente las continuas transformaciones y del estado actual, los peligros, las amenazas y los planes de futuro.

 

Contar con el personal preciso.

No todo el mundo vale para explicar a los demás el patrimonio arquitectónico. Se requieren formación, conocimientos previos, organización administrativa y dominio de la materia a tratar (titulación); pero, para mí, algo más importante: interés por el trabajo, dedicación continua (actualizaciones, etc) y saber captar el interés del colectivo que tenemos frente a nosotros: grupos reducidos individuales y familiares, viajes de la tercera edad, visitas escolares y académicas, técnicos especializados, etc.

 

Llenar de contenido y uso los edificios más singulares.

La sociedad no puede seguir invirtiendo más en el arreglo de edificios que, una vez restaurados, no tienen unos contenidos concretos o un uso adecuado a las circunstancias de cada localidad y a las posibilidades de la construcción. Tampoco es de recibo mostrar a los visitantes edificios singulares y atractivos por fuera, que luego, al descorrer el velo, se nos muestran vacíos, monótonos, ruinosos o carentes de sentido.

 

Organizar adecuadamente las visitas guiadas.

Requiere un trabajo preciso, riguroso y sistemático para no dar la sensación de improvisación, además de justificar el gasto de los servicios. En este sentido, nos mostramos cada vez más partidarios de: las visitas colectivas y guiadas; los horarios fijos de apertura y cierre; la información correcta y veraz; etc.

 

Establecer convenios con particulares y la iglesia.

La única posibilidad real, estable y continuada de visita requiere el consentimiento por parte de los propietarios, garantizándoles la conservación, la regulación de visitas concertadas, la salvaguarda de su propia intimidad familiar o individual y la no perturbación de las tareas cotidianas.

 

Programar la edición de publicaciones.

En gran parte de la publicidad turística actual predomina la idea de atracción, sobre la de información, de manera que el objetivo es más reclutar turistas a través de la imagen y engañosos folletos, que facilitar el nivel de información que cada visitante precisa para realizar una visita productiva o, simplemente, placentera. Desde el punto de vista de la imagen exterior es necesario una coherencia, atractivo y equilibrio, tanto en contenidos como en presentaciones, de manera que se identifique rápidamente el área dentro del extensísima oferta turística que existe sobre el patrimonio histórico-artístico.