ENCUENTRO MEDIOAMBIENTAL ALMERIENSE: EN BUSCA DE SOLUCIONES

GESTIÓN DEL MEDIO NATURAL BARRA DE EXPLORACIÓN

DOCUMENTOS DE TRABAJO Y COMUNICACIONES

IMPORTANCIA ECOLÓGICA DE LOS PINARES

Francisco Bruno Navarro Reyes

Licenciado en Ciencias Biológicas. Becario de Investigación en el Departamento de Biología Vegetal, Facultad de Ciencias (Universidad de Granada)

 

Resumen:

En este documento se realiza un análisis de las características ecológicas de los pinares peninsulares, basado en estudios evolutivos que se traducen en toda una serie de adaptaciones, sobre todo fisiológicas, causantes de la distribución natural de este tipo de formaciones vegetales.

Tratamos, asímismo, todos los tipos de pinares presentes en la Península Ibérica, concretando para la región andaluza y en particular para las provincias de Almería y Granada, donde nos centraremos en la problemática que representan en la actualidad las repoblaciones forestales basadas en este tipo de especies, y cómo han de gestionarse estas masas de cara a la conservación del medio natural.

 

INTRODUCCIÓN:

El paisaje vegetal que hoy día percibimos es fruto de una serie de acontecimientos que se han venido sucediendo a lo largo del tiempo y que han ido originando importantes cambios en la estructura y composición de los bosques. Estos acontecimientos han sido de muy diversa índole, desde las manifestaciones de carácter geológico (movimiento de placas, orogenias, etc.), hasta fenómenos relacionados con cambios climáticos (oscilaciones térmicas o pluviométricas importantes y, como consecuencia de ello, transgresiones o regresiones marinas).

Igualmente y ya en tiempos más recientes, los efectos de las actividades humanas (deforestaciones, fuegos, prácticas agropastorales, repoblaciones, etc.) han ejercido un papel también importante. Todo ello ha determinado cambios evidentes en la vegetación, que han sido puestos de manifiesto mediante el estudio de testimonios fósiles como macrorrestos vegetales y otras estructuras microscópicas (polen , esporas, etc.).

Para poder comprender el estado actual de nuestros bosques es necesario realizar una revisión histórica de algunos de los momentos cruciales que han ido marcando el proceso evolutivo en su composición y estructura (COSTA TENORIO & col., 1.990).

 

ORIGEN Y PROCESOS EVOLUTIVOS DE LOS BOSQUES PENINSULARES:

Siguiendo a BLANCA (1.993), hace unos 350 millones de años, durante el Carbonífero, se forman los primeros bosques terrestres, en cuya composición florística participaban unas 300 especies de helechos y 200 de gimnospermas. Se asentaban en terrenos pantanosos, bajo un clima cálido y húmedo.

Posteriormente se produjo una sequía desde el Pérmico superior hasta el Trías medio (250-200 millones de años), que provocó la desaparición de la mayor parte de estos bosques y la extinción de la mayoría de sus especies constituyentes. La sequía y la mayor diversidad climática posibilitó la expansión de vegetales mejor adaptados, que hasta entonces habían desempeñado un papel secundario en zonas marginales más secas, al tiempo que se originaron nuevas especies con mayor grado de xeromorfía, tanto entre los helechos como en las gimnospermas, pasando estas últimas a dominar en los ecosistemas terrestres.

Ya durante el Jurásico (hace entre 180 y 135 millones de años) el número de especies terrestres aumentaba paulatinamente (unas 2.000 especies de gimnospermas y otras tantas de helechos e inicio de la eclosión de las angiospermas a comienzo del Cretácico, hace unos 135 millones de años), debido a la adaptación a ecosistemas mucho más diversos y a la coevolución con los animales, que ya empezaban a ser polinizadores y diseminadores de frutos.

Desde la mitad del Cretácico inferior hasta el Cretácico medio (entre hace 125 y 100 millones de años), se produjo el aumento de la importancia y el número de especies de angiospermas, pasando a desempeñar el papel dominante en todos o casi todos los ecosistemas terrestres, a la vez que se extinguían o sufrían una fuerte reducción los grupos de gimnospermas hasta entonces dominantes.

En unos 60 millones de años el número de especies de angiospermas llegó a ser diez veces superior al del resto de las plantas vasculares que componían los ecosistemas terrestres, y siguieron aumentando durante el Terciario paralelamente al enorme desarrollo de los animales, hasta alcanzar la cifra de casi 250.000 especies que existen en la actualidad. Resulta a primera vista sorprendente que esta diversificación no estuvo correlacionada con ningún cambio climático importante, ya que los climas de tipo tropical o subtropical parecen haber dominado en el hemisferio Norte durante todo el Mesozoico y hasta el Oligoceno; se debió más bien a características inherentes a las propias angiospermas que posteriormente comentaremos.

Durante el Terciario inferior o Paleógeno (Paleoceno, Eoceno y Oligoceno; hace entre 65 y 25 millones de años), aunque se dieron ciertas oscilaciones climáticas, el clima dominante era de tipo tropical o subtropical, cálido y uniforme. Predominaban las selvas lluviosas y asociadas con ellas y dominando algo más hacia zonas más septentrionales, se encontraban especies de los bosques de hoja caduca y de bosques mixtos con aciculifolios, que casi alcanzaban el actual Polo Norte; allí se encontraban géneros que viven actualmente en toda la Europa templada, como Pinus, Picea, Fagus, Quercus, Acer, Ulmus, Betula, Tilia, etc. Las especies que actualmente cubren la Región Mediterránea se originaron al menos en parte, a partir de dicha flora por adaptación a la sequía (xeromorfos).

A inicios del Mioceno, hace unos 25 millones de años, se produce una continentalización de los climas y una caída de las temperaturas, que sería el preludio de los diversos períodos fríos que tendrían lugar más tarde, sobre todo en el Cuaternario (glaciaciones). A los bosques que cubrían la Región Mediterránea occidental a baja altitud, empezaron a llegar elementos más septentrionales de la flora artoterciaria, mientras que se extinguen muchas especies de las selvas lluviosas tropicales que anteriormente se presentaban en la zona. Mientras, los antepasados de las plantas esclerófilas adaptados a la sequía que hoy ocupan la mayor parte de la Península Ibérica, como por ejemplo la encina, estarían marginados en crestones rocosos y solanas más térmicas y secas de las montañas, representando un componente poco importante de la flora.

Durante el Mioceno medio se inició una progresiva desecación del Mediterráneo por aumento de la aridez que alcanzó el máximo en el período Messiniense (hace 6,5 a 5 millones de años), y como consecuencia el Mediterráneo quedó reducido a una serie de mares interiores. A la vez que se producía este hecho climático, tenían lugar fenómenos geológicos de importancia extraordinaria que dieron lugar a la aparición de grandes cadenas montañosas (orogenia Alpina), entre las que se encuentran las cordilleras Béticas. Estos procesos provocaron también la unión del continente europeo con África, de esta forma se explica la posible migración e intercambio de floras tanto de zonas más septentrionales que alcanzan el Norte de África en períodos fríos, como es el caso del tejo y el acebo; así como de regiones estepáricas del Norte de África y Suroeste de Asia que llegan a Europa en períodos cálidos con áreas continuas que hoy son disyuntas. Estas especies se presentan en el Sureste peninsular, en especial en las zonas áridas de Almería y Murcia como el araar o ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata), el azufaifo (Ziziphus lotus), etc.

Al final del Terciario se acaban de elevar las Sierras Béticas y el estrecho de Gibraltar se hunde paulatinamente hasta que tiene lugar la separación definitiva de las tierras andaluzas y el Norte de África. La vegetación que cubría las costas mediterráneas en las postrimerías del Terciario era aún de tipo subtropical con excepción de las zonas montañosas y ciertas áreas particularmente térmicas y áridas. Dicha vegetación sería barrida durante el Pleistoceno (1,7 millones de años hasta hace 10.000 años) por las glaciaciones, que provocaron las más grandes y extensas transformaciones de los asentamientos vegetales y conformaron la flora actual. A consecuencia de la acusada y permanente disminución de la temperatura, en poco más de un millón de años se sucedieron las cuatro glaciaciones más importantes, separadas por intervalos calurosos, incluso más que en la actualidad, llamados interglaciares.

Aunque la vegetación lauroide fue barrida del Mediterráneo quedaron algunos restos excepcionales, aunque muy empobrecidos, en los valles (canutos) de las montañas gaditanas, donde hay una humedad muy elevada y unas temperaturas medias altas, con pocas oscilaciones anuales. Durante los períodos fríos llegaron a la península numerosas especies pertenecientes al denominado elemento eurosiberiano, formado por bosques aciculifolios y caducifolios; los primeros constituyen, en la actualidad, el límite altitudinal del bosque en la alta montaña, y los forman especies de pinos como el pino silvestre (Pinus sylvestris) o el pino negro (Pinus uncinata). Durante los períodos interglaciares como el actual se produciría la vuelta hacia el Norte en busca de zonas más húmedas y frescas, o bien el ascenso en las montañas, constituyendo éstas últimas en dichos períodos (también en la actualidad) verdaderas islas botánicas donde se conservan diversas especies septentrionales.

Las áreas más meridionales de Europa, como la Península Ibérica, fueron poco afectadas por el glaciarismo Cuaternario, por lo que actuaron como refugio donde se salvó de la extinción una parte de la flora Terciaria. Las especies genuinamente mediterráneas, que en la actualidad ocupa la mayor parte de la Península quedaron relegadas a una franja estrecha a orillas del Mediterráneo. Ciertos biotopos favorables, actuaron de auténticos refugios para especies de flora Terciaria entre la que se encuentran los pinos. Los tajos y roquedos así como los canchales o cascajares, sobre todo de exposición sur, constituyeron zonas libres de nieve o donde ésta duraría poco tiempo. Del mismo modo los arenales dolomíticos y otros tipos de sustratos especiales hiperxéricos, albergan en la actualidad un buen número de especies relícticas xeromorfas como son Pinus nigra, Pinus pinaster y Pinus halepensis. También actuaron de refugios las áreas costeras del sureste peninsular, donde se presentan Pinus halepensis y Pinus pinea junto a elementos endémicos muy escasos, o bien especies procedentes de las zonas estepáricas africanas que llegaron, como he dicho, en el Terciario superior.

Después de la última glaciación, al iniciarse el período postglacial que hoy nos ocupa, predominaba en la Península la vegetación tardiglaciar, es decir, bosques de coníferas y planocaducifolios, sobre todo en las montañas. Sin embargo con el progresivo aumento de las temperaturas y la aparición de una pertinaz y prolongada sequía estival, la vegetación esclerófila fue la que tomó un papel dominante en el paisaje, unido al impacto ecológico producido por el hombre a partir del Neolítico superior, destruyendo irreversiblemente los bosques tardiglaciares en favor de la vegetación típica mediterránea.

 

CARACTERÍSTICAS ECOFISIOLÓGICAS DE GIMNOSPERMAS Y ANGIOSPERMAS

Las angiospermas aparecen según el registro fósil en el Cretácico inferior (hace unos 120 millones de años). Estas plantas, las más desarrolladas de las fanerógamas que actualmente dominan la flora como grupo especialmente conspicuo y rico, fueron las últimas en aparecer en la historia de los vegetales (ZIMMERMANN, 1.976). Son en la actualidad el grupo de vegetales vasculares dominantes en el mundo, que en tan solo 40 a 60 millones de años se hicieron con la mayoría de las regiones de la Tierra.

Se caracterizan por la posesión de verdaderas flores más avanzadas y complejas que las estructuras reproductoras de las gimnospermas, con los óvulos protegidos dentro de un ovario coronado por un estilo y un estigma encargado de capturar el polen. Esto contrasta con lo que ocurre en las gimnospermas, en las que los óvulos se presentan expuestos y sin protección (HEYWOOD, 1.985).

En efecto, la gran plasticidad de las angiospermas permitió la explotación adecuada de los más diversos ambientes, y la diferenciación floral y la protección de los óvulos provocó una visita de animales en principio toscos y con aparatos bucales masticadores para la realización de la polinización zoófila, mucho más efectiva y económica que la polinización por el viento que usan muchas gimnospermas. Por otra parte, la extraordinaria reducción de los gametofitos provoca un acortamiento del período de desarrollo de los mismos y una aceleración del proceso reproductivo, lo que resulta de gran efectividad cuando se trata de colonización y competencia (BLANCA, op. cit.).

En la Región Mediterránea además, estas plantas han conseguido toda una serie de adaptaciones ecofisiológicas frente a la sequía estival que ha aumentado su capacidad competitiva en estos ambientes, por ejemplo la esclerofilia y la malacofilia. Los daños causados por la exposición a altas temperaturas residen, en primer lugar, en la inactivación de enzimas termolábiles y en las alteraciones de las membranas plasmáticas, que acarrean desorganizaciones metabólicas de las células; en segundo lugar se sitúa el incremento de la transpiración, que cuando se prolonga excesivamente puede llevar al agotamiento de las reservas hídricas y a la deshidratación protoplasmática (FERNÁNDEZ-GONZÁLEZ, 1.997). Además, sobre suelos potentes, donde se acumula en profundidad el agua de los meses de lluvia, las raíces de estas especies leñosas penetran hasta 10 m. o más e incluso en el verano contienen suficiente agua utilizable. Tienen así la facultad de resistir durante meses a la sequía conservando la hidratura del plasma y sin perder superficie foliar hasta la próxima estación de lluvias. Por ello en las zonas de sequía estival prolongada estas plantas compiten favorablemente frente a planocaducifolios y aciculifolios .

Tanto si hay sequía estival como si no, el factor principal limitante de los bosques esclerófilos y planocaducifolios es el frío excesivo. Los daños producidos por los inviernos fríos pueden obedecer a dos causas distintas, por un lado pueden ser lesiones directas relacionadas con el agua que se hiela en los tejidos, y por otro puede ser debido a los órganos aéreos que se secan; estos órganos muestran una cierta transpiración incluso en temperaturas muy bajas y no pueden compensar las pérdidas de agua tomándola del suelo helado debido a que los haces conductores están bloqueados por el hielo (WALTER, 1.994).

Por tanto en climas de latitudes boreales y en la alta montaña, ligado probablemente al acortamiento del período de actividad vegetativa, estos bosques son reemplazados por los bosques de coníferas, entre la que se encuentran los pinos. Las hojas aciculares de las coníferas tienen menor capacidad fotosintética neta que las planifolias, pero en contrapartida han permitido mecanismos de desarrollo contra el frío mucho más importantes. Otra ventaja adaptativa de las coníferas parece residir en la estructura de su leño de traqueidas con punteaduras areoladas, menos eficaz en el transporte hídrico que los leños de tráqueas de las dicotiledóneas, pero en cambio, capaz de recuperar con prontitud el flujo de agua xilemático interrumpido por la cristalización del hielo con formación de burbujas de aire (cavitación) tras un período de helada. Los largos tubos contínuos de tráqueas perforadas del xilema secundario angiospérmico quedan inutilizados permanentemente tras una cavitación intensa, de manera que hasta la primavera siguiente, cuando se forma el nuevo xilema del año, el flujo hídrico se ve interrumpido, retrasando la iniciación del período asimilador y por tanto parte de la agresividad competitiva (FERNÁNDEZ-GONZÁLEZ, op. cit.).

Siguiendo a BLANCO & col. (1.997), incluso dentro del área mediterránea existen formaciones climácicas relictas de coníferas, en concreto de pinos de origen mediterráneo muchas veces infravalorados. Lo que ocurre es que ocupan condiciones ecológicas muy limitantes donde la vegetación potencial esclerófila no ha podido competir con ellas. Los factores que determinan la distribución de los pinares dentro del área mediterránea son edáficos (presencia de litosuelos y suelos desarrollados sobre sustratos especiales, poco favorables para el crecimiento de las plantas, como margas, yesos o arenas), litológicos (rocas caracterizadas por la pobreza en nutrientes o por la presencia de elementos relativamente tóxicos para las plantas, como dolomías, peridotitas o serpentinas), geomorfológicos (complejos relieves que acentúan los factores limitantes geoedáficos) y climáticos (condiciones extremas de aridez y termicidad en zonas basales, que se acentúan al descender en latitud, o condiciones frío-continentales de las altas mesetas y montañas). Bajo estas condiciones climáticas se dan dos tipos de restricciones para el desarrollo vegetal, frente a las cuales las coníferas parecen estar mejor adaptadas, por un lado el intenso déficit hídrico provocado por la sequía estival, y por otro las bajas temperaturas invernales y los problemas hídricos que causan las heladas en los sistemas de conducción.

En estudios recientes realizados en zonas de clima mediterráneo de Estados Unidos, se ha encontrado que las coníferas pueden almacenar gran cantidad de agua en la albura del tronco, de tal forma que si la transpiración excede al aporte hídrico através de las raíces, como sucede en los períodos de sequía estival prolongada, el agua puede tomarse de las reservas del tronco, evitándo la pérdida de supeficie foliar. Además la albura puede ser fácilmente recargable con agua después de una tormenta estival excepcional mientras que en los esclerófilos esto no es posible.

 

PINOS Y PINARES NATURALES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Para la realización de este apartado nos hemos basado fundamentalmente en BLANCO & col. (1.997); NICOLAS & col. (1.969); GANDULLO (1.972); ELENA ROSSELLÓ & col. (1.991); RIVAS-MARTÍNEZ (1.987) y ELENA ROSSELLÓ & col. (1.985). Los mapas de distribución peninsular están basados en RUIZ DE LA TORRE & col. (1.979).

Existen dos tipos de pinares naturales en la Península Ibérica, por un lado los pinares de origen eurosiberiano, que son pinares dominados por dos especies fácilmente diferenciables, por sus pequeñas piñas y sus cortas acículas, y de carácter eminentemente mesófilo: Pinus sylvestris L. y Pinus uncinata Miller ex Mirbel; y por otro lado los pinares de origen mediterráneo de características más xerófilas constituídos por 4 especies: Pinus nigra Arnold, Pinus pinea L., Pinus halepensis Miller y Pinus pinaster Aiton.

 

Pinares de origen Eurosiberianos: Ocupan los niveles altitudinales más elevados de los Pirineos, aunque de forma extraordinaria aparecen isleos, sobre todo de Pinus sylvestris, en el Sistema Ibérico, Sistema Central e incluso hasta las Sierras Béticas, vestigios sin duda de épocas climáticas más frías y húmedas que existieron en la última glaciación y que en la actualidad han quedado acantonados en aquellos lugares donde se conservan condiciones parecidas a las ancestrales, como son algunas de las montañas mediterráneas.

* El pino negro (Pinus uncinata), se distribuye por los Alpes occidentales y Pirineos, con algunas poblaciones en los Alpes centrales y el Sistema Ibérico (Sierra de Cebollera en Soria y Sierra de Gúdar en Teruel) (mapa 1). Desempeña un importante papel en la vegetación pirenaica, formando el límite altitudinal del bosque, concretamente bajo el termotipo subalpino. Las piñas son asimétricas y las escamas están provistas de apófisis en forma de gancho o garfio. Respecto a sus exigencias ambientales, se trata de una especie de gran plasticidad y frugalidad. Es indiferente en cuanto al tipo de sustrato pero sus mejores contingentes aparecen en sustratos ácidos. Sus requerimientos hídricos son altos si se comparan con las restantes especies de pinos ibéricas. Es la más higrófila, con unas necesidades en cuanto a precipitaciones superiores a los 600 mm. anuales; parte de esta precipitación ha de ser estival (al menos 200 ó 300 mm.). Probablemente esta sea la razón que dificulta su expansión hacia el ámbito mediterráneo. Las cotas altitudinales en las que mejor crece son desde los 1.700-1.900 m. a los 2.600-2.700 m., donde existe un clima frío cuya isoterma anual es inferior a 4 grados centígrados. Existen 3 tipos de pinares de pino negro considerando algunos parámetros ambientales como son la exposición y el sustrato:

Pinares de umbría con rododendro, que se dan sobre sustrato ácido y en vertientes muy umbrosas e higrófilas; Pinares de solana con enebro y gayuba, en zonas abrigadas con cobertura nival menos prolongada pero con mayor capacidad de soportar heladas tempranas y Pinares xerófilos con gayuba, en lugares de menor precipitación y sobre sustrato calcáreo como el Prepirineo y macizos adyacentes.

* El pino silvestre o pino albar (Pinus sylvestris), es una especie muy bien representada en los Pirineos, entre los 1.000 y 1.700 m., respondiendo su presencia precisamente a las condiciones de fuerte continentalidad climática de la vertiente meridional pirenaica. Un rasgo peculiar de este pino lo constituye su corteza, que presenta una tonalidad asalmonada o anaranjada como consecuencia de un proceso de descamación continuo.

Es el árbol de área más extensa en Europa y el pino de mayor área natural que se conoce. Se extiende por todos los países europeos hasta Escandinavia, y de aquí pasa a Rusia, Siberia y norte de Irán. En la Península Ibérica hay tres núcleos principales, uno en los Pirineos, otro en el Sistema Ibérico y un último núcleo en el Sistema Central, con un vestigio septentrional en los bosques vasco-cantábricos y palentino-leoneses y otro meridional en las sierras orientales andaluzas (Sierra de Baza y Sierra Nevada) (mapa 2). Se reconocen 5 razas en la Península de carácter varietal: var. catalaunica Gaussen, en los Pirineos orientales, var. iberica Svob. del centro peninsular, subsp. nevadensis (Christ.) Rivas-Martínez & col. de sierra Nevada y Baza, var. olivicola Vayr. de Cataluña y var. pyrenaica Svob. de los Pirineos centrales y occidentales.

El pino silvestre caracteriza el termotipo montano en la Región Eurosiberiana, relativamente seco, entre los 1.200 a 1.600 m., como consecuencia de su carácter heliófilo y su gran capacidad de soportar heladas tardías y fuertes sequías. Los vestigios de la región Mediterránea ocupan el termotipo oromediterráneo, de condiciones similares, a una altitud entre los 1.500 m. y los 2.200 m.

Existen 3 tipos de pinares eurosiberianos y otros 3 mediterráneos de esta especie dependiendo de su localización biogeográfica y atendiendo a sus condiciones climáticas. Los primeros son los Pinares mesófilos, Pinares xerófilos y Pinares submediteráneos, de los Pirineos y los segundos son los Pinares Ibéricos, Pinares del Sistema Central y Pinares relícticos de las Sierras Béticas. En cuanto a estos últimos que son los que más nos atañen decir que se encuentran hoy día muy bien representados de forma natural en la Sierra de Baza (Bco. de la Fonfría, Calar de Santa Bárbara, Prados del Rey, Calar de Rapa, etc.) (Fig. 1.2) y en menor medida en Sierra Nevada (Trevenque, Dehesa de Monachil, etc.) donde ocupan de forma subespontánea lugares de dominio potencial planocaducifolio. Aparecen en la parte culminal forestal de estas sierras en situaciones marginales, concretamente en vaguadas frescas y umbrías dado que el verdadero dominio de la zona forestal superior corresponde al pino salgareño (Pinus nigra) de carácter más xérico en estas montañas meridionales.

En Sierra Nevada debieron ocupar todo el termotipo oromediterráneo silíceo (Fig. 1.1), aunque no han llegado hasta la actualidad restos de forma natural (RIVAS MARTÍNEZ, 1.987). Sin embargo, en la Sierra de Filabres, de la misma naturaleza geológica de Sierra Nevada, el dominio potencial climático del termotipo oromediterráneo corresponde al pino salgareño por una mayor escasez de precipitaciones y por tanto una mayor xericidad (Fig. 1.3). No obstante en los barrancos más umbríos y frescos por encima de los 1.900 m, es posible que existieran bosques o bosquetes de Pinus sylvestris var. nevadensis, hoy desaparecidos en estado natural. De hecho las repoblaciones realizadas con este tipo de pinos han tenido buen éxito.

 

Pinares de origen Mediterráneo: Con respecto a la Región Eurosiberiana el género Pinus está bastante más diversificado entorno al Mediterráneo, en donde existen 8 especies de las cuales 4 están presentes en la Península Ibérica. Sin embargo resulta difícil definir el área de distribución natural de estos pinares debido a la utilización que de ellos ha hecho el hombre desde antiguo, contribuyendo tanto a su extensión como a su destrucción. Ello, unido al carácter pionero de algunas de estas especies, ha conducido a algunos autores a minusvalorar su significado. El avance en estudios palinológicos y antracológicos ha contribuído a la confirmación de la espontaneidad de estos pinares (RODRÍGUEZ ARIZA & col., 1.996).

* El pino carrasco (Pinus halepensis) es la especie más ampliamente repartida por el -Mediterráneo. Los pinares más importantes y más extensos se presentan en el Norte de África y en la Península Ibérica, donde se extiende por todo el litoral Mediterráneo y las Islas Baleares, penetrando hacia el interior en las Sierras Béticas, Sistema Ibérico, Valle del Ebro y Pirineos orientales (mapa 3).

Ocupa una amplia banda altitudinal, partiendo desde el nivel del mar hasta los 1.600 m. en ocasiones excepcionales. La principal limitación del área de esta especie es la temperatura y más concretamente la media de las mínimas del mes más frío, apareciendo por ello tan solo bajo los termotipos termo y mesomediterráneo. La precipitación no parece ser un factor determinante pues los hay que reciben menos de 300 mm. y otros más de 1.000 mm. anuales. No obstante, hay que insistir en el hecho de que es la especie arbórea mejor adaptada a la sequía. Tampoco parece que los pinares de pino carrasco tengan preferencia por un determinado tipo de sustrato.

Con base en el conjunto de factores climáticos, edáficos y geomorfológicos se realiza la siguiente clasificación en tres tipos de pinares:

Pinares de zonas basales de ambiente semiárido: Aparecen generalmente en el piso bioclimático termomediterráneo semiárido, donde no existen heladas invernales y las precipitaciones son inferiores a los 350 mm. anuales. Bajo estas condiciones tan limitantes las frondosas perennifolias esclerófilas no le plantean problemas de competencia aunque este último también se desarrolla con dificultad.

Aparece disperso formando parte de los lentiscares, que son bosquetes de talla no muy elevada en el cual el estrato arbustivo lo constituyen lentiscos (Pistacia lentiscus), acebuches (Olea europea var. sylvestris), algarrobos (Ceratonia siliqua), coscojas (Quercus coccifera), palmitos (Chamaerops humilis), etc. (RIVAS-MARTÍNEZ, 1.987).

Este tipo de pinares aparecen por ejemplo en la vertiente costera de las Sierras de Tejeda y Almijara (LAZA PALACIOS, 1.946) (Fig. 2.1) donde el sustrato calcáreo-dolomítico sobre pendientes abruptas imprime el carácter semiárido puntual al territorio. También aparecen en la vertiente litoral suroriental de la Comunidad Valenciana, de carácter psammófilo y en las Islas Baleares más meridionales. En la provincia de Almería, y bajo estas condiciones, existe una amplia área potencial natural de Pinus halepensis, donde aún en la actualidad se pueden observar ejemplares aislados dispersos (Fig. 2.2), como en las cercanías de Albodoluy o en la vertiente sur de la sierra de Gádor. El área potencial de Pinus halepensis se extiende por una franja costera hasta la provincia de Granada, y se introduce hacia el interior por valles térmicos como el Guadalfeo (Fig. 2.5).

Sin embargo en zonas donde el ombrotipo es semiárido inferior o árido el Pinus halepensis es poco o nada viable, como ocurre en el cabo de Gata (Fig. 2.3) y en los Campos de Tabernas (Fig. 2.4), siendo en este último caso la existencia de margas subsalinas la causante de esta xericidad. En desacuerdo con GARCÍA LATORRE & col. (1.996), en estos parajes no es posible, bajo las condiciones climáticas actuales, la existencia de bosques naturales. Es verdad que en otro tiempo, como el período tardiglaciar, sí pudo haberlos, pero en un estrecho equilibrio con el medio debido a que las condiciones ecológicas en las que se formaron fueron distintas a las actuales. La acción antrópica ha supuesto durante siglos una pérdida irreversible.

Los pinares de Pinus halepensis pueden presentarse también en el piso mesomediterráneo semiárido, distinguiéndose por tanto de los anteriores en el régimen de temperaturas más frío. Este es el caso de los pinares del valle del Ebro (Monegros, Bardenas Reales, etc.) (MARTÍNEZ, 1.992) y la Depresión de Guadix-Baza, donde tan solo quedan ejemplares dispersos de crecimiento moderado (FERNÁNDEZ CASAS, 1.972) (Fig.2.6). El pino carrasco ocuparía las zonas más expuestas y xéricas mientras que los coscojales se situarían en los lugares de mayor compensación hídrica y edáfica. Lo acompañarían especies como el espino negro (Rhamnus lycioides), el enebro de la miera (Juniperus oxycedrus), la sabina mora (Juniperus phoenicea), efedra (Ephedra fragilis), etc. (CANO & col., 1.994).

Pinares de zonas basales o medias de ambiente seco: Bajo condiciones climáticas de menor xericidad, es decir bajo un ombrotipo al menos seco (precipitaciones mayores de 350 mm.). En los termotipos termo y mesomediterráneo aparecen comunidades permanentes de carácter edáfico y geomorfológico dentro del área potencial del encinar (formaciones edafoxerófilas).

Pueden aparecer sobre calizas de exposiciones soleadas muy desfavorables como en las vertientes sur de la Sierra de Mágina (CUATRECASAS, 1.929), Cazorla (GALIANO & HEYWOOD, 1.960), Gádor (Fig. 2.7), S. María (Fig. 2.8) hasta Murcia. De igual forma alcanzan las islas de Mallorca e Ibiza así como algunas zonas del litoral catalán.

Sobre dolomías encontramos pinares naturales de Pinus halepensis muy bien conservados en la parte occidental de la Sierra de las Estancias (Hinojora, Sierra del Madroñal y Sierras de Lúcar y Somontín) (NAVARRO, 1.997) (Fig. 2.9), en la Sierra de Baza (Atalaya y Blanquizares de Gor) (RIVAS GODAY, 1.951; NAVARRO, 1.995) (Fig. 2.10), en la Sierra de Huétor (Víznar) (Fig. 2.11), Sierra de Mágina (CUATRECASAS, 1.929), Sierra de Castril (ARROJO, 1.994) (Fig. 2.12) y zonas basales del complejo dolomítico de Sierra Nevada y la Almijara(PÉREZ RAYA, 1.987) (Fig. 2.13) acompañando a comunidades ricas en endemismos de gran fragilidad y singularidad (Característica muy a tener en cuenta a la hora de realizar algún tipo de gestión).

Sobre margas compactas y conglomerados aparece este tipo de pinar formando parte de numerosas cárcavas y ramblas que separan los altiplanos Guadiciano-Bacenses de la depresión semiárida. Ejemplo de ello son los los pinares sobre este tipo de materiales en el valle del río de Castril (ARROJO, 1.994) (Fig. 2.16), zonas basales del macizo de la Sagra (Fig. 2.14), algunas ramblas próximas a Huéscar y Cúllar-Baza (Fig. 2.15 y 2.17) y en la rambla de Baúl y adyacentes hasta Guadix (Fig. 2.18). En Jaén se pueden encontrar en algunos puntos del valle del río Guadalentín, en la depresión del Guadiana Menor y en el valle del río Guadalbullón.

* El pino piñonero (Pinus pinea) tiene un área espontánea difícil de definir pues ha sido frecuentemente cultivado desde antiguo para la recolección de piñones. Es claramente espontáneo en el Mediterráneo oriental y diversos estudios polínicos y antracológicos hacen apuntar también la autoctonicidad en la porción occidental.

En la Península Ibérica parece clara para algunos autores (Ceballos, Quezel, Willkomm) la distribución natural de este pino en ambas mesetas, Sistema Central e Ibérico, Sierra Morena, la baja Cataluña y los arenales del suroeste peninsular (mapa 4).

En cuanto a su ecología destacar que aparece fundamentalmente en el piso termomediterráneo y en menor medida en el mesomediterráneo con rango de precipitaciones amplio (400-1.000 mm.), a veces muy escasas en el estío. Se desarrollan sobre sustratos sueltos, arenosos y areno-limosos, como depósitos cuaternarios dunares tanto costeros como interiores, bancos arenosos aluviales y coluviones arenosos de disgregación de granitos, dolomías, etc. Crece mal sobre sustratos apelmazados como arcillas, margas o yesos. La base de esta ecología se caracteriza por la presencia a menudo, en estos sustratos, de capas freáticas subyacentes. Cuando aumenta la aridez estos pinares son sustituídos por los de Pinus halepensis.

Hay tres tipos de pinares de Pinus pinea en la Península, por un lado los Pinares de arenales costeros, en el Algarve portugués, costas de Huelva, Cádiz y Málaga, en varios puntos del Levante y Mallorca; Pinares de arenales continentales de ambas mesetas castellanas como ocurre en Valladolid y Segovia, Cuenca, etc. y Pinares sobre batolitos graníticos como los que aparecen en los berrocales del oeste de Madrid y algunas zonas de la vertiente meridional de Sierra Morena.

* El pino negral o resinero (Pinus pinaster) es un árbol pionero, de rápido crecimiento, muy utilizado en repoblaciones forestales, por ello quizás sea la conífera con peor ""prensa"" de la Península Ibérica.

Presenta un área de distribución Mediterráneo occidental y atlántica, ocupando el norte de África hasta Túnez y por el norte hasta la Toscana italiana.

La especie tiene una gran plasticidad ecológica pudiendo vivir en los termotipos termo, meso y supramediterráneo, generalmente con precipitaciones altas pero con xericidad condicionada por el sustrato. A pesar de haber sido considerado como acidófilo estricto puede ocupar todo tipo de sustratos, pero lo que sí es evidente es que tiene preferencia por terrenos sueltos y arenosos, pobres en nutrientes.

Se pueden establecer distintos tipos de pinares de Pinus pinaster en la Península (mapa 5), por un lado los Pinares sobre peridotitas del sector malacitano occidental, muy bien representados en Sierra Bermeja, Pinares sobre rodenales o areniscas rojas del Mesozoico características del Sistema Ibérico y algunas Sierras litorales levantinas, Pinares sobre sustratos arenosos tanto litorales como interiores en Portugal, Galicia hasta Asturias, Pinares sobre granitos y rocas metamórficas en ciertas sierras de Portugal y puntos del Sistema Central occidental como la vertiente meridional de Gredos y Pinares sobre dolomías del sector bético oriental como en la Sierra de Tejeda y Almijara (LAZA PALACIOS, 1.946; MOLERO & PÉREZ RAYA, 1.987) (Fig. 3.1), orla dolomítica de Sierra Nevada (Trevenque, Alayos, Silleta de Dílar) (PÉREZ RAYA, 1.987) (Fig. 3.2), Sierra de Huétor (VALLE, 1.979) (Fig. 3.3), ciertos puntos muy concretos de la Sierra de Baza como los Blanquizares de Gor, Cerro del Almirez (RIVAS GODAY, 1.951) (Fig. 3.4), umbría de la Sierra del Madroñal (Los Pilillos) (NAVARRO, 1.997) (Fig. 3.5), Sierra de Castril (ARROJO, 1.994) (Fig. 3.6) y Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Estos pinares aparecen por lo general en el piso supramediterráneo al menos subhúmedo, y se hacen más raros en el mesomediterráneo porque las precipitaciones por lo general descienden y son desplazados por el pino carrasco más adaptado a la sequía. Para estos pinares algunos autores como RIVAS MARTÍNEZ & col., 1.991, consideran una subespecie endémica de la provincia Bética, Pinus pinaster subsp. acutisquama (Boiss.) Rivas-Martínez & col.

* El pino salgareño o laricio (Pinus nigra Arnold) constituye una especie compleja desde el punto de vista taxonómico con diferentes subespecies y variedades repartidas por todo el Mediterráneo. La subespecie reconocida para la Península Ibérica es la subsp. salzmannii (Dunal) Franco (CASTROVIEJO & col., 1.986), aunque algunos autores como RIVAS-MARTÍNEZ (1.987), diferencian otra especie para las Sierras Béticas, Pinus clusiana Clemente.

Se distribuye este pino por las serranías orientales de la Península, desde los Pirineos, Sistema Ibérico hasta las Sierras béticas, con algunos efectivos en el Sistema Central (mapa 6). Ocupan un ambiente frío y continental, generalmente sobre sustratos calcáreo-dolomíticos, con grandes limitaciones impuestas además por el déficit hídrico estival que se genera en la alta montaña mediterránea.

Hay diversos tipos de pinares de Pinus nigra en la Península (REGATO & col., 1.995), por un lado están los Pinares relícticos del Sistema Central, en la vertiente meridional de la Sierra de Gredos, donde aumenta la xericidad estival y Pinus nigra desplaza a Pinus sylvestris y otros planocaducifolios; los Pinares subesteparios del Sistema ibérico, donde las montañas se encuentran circundadas por altas parameras y se dan condiciones de mayor continentalidad, unidas al carácter esquelético de los suelos, adverso para el desarrollo de comunidades forestales; Pinares submediterráneos sobre todo en el piso montano de los Pirineos, donde Pinus nigra aparece acompañado de un cortejo de especies arbustivas caducifolias por un aumento en la precipitaciones y un acortamiento de la sequía estival. La longevidad de este pino permite la formación mixta estable. En las Sierras Béticas aparecen los Pinares de media y alta montaña ocupando el límite forestal superior, es decir, climático en el termotipo oromediterráneo calcáreo-dolomítico aunque en ocasiones descienden al supramediterráneo en aquellos lugares de topografías abruptas o como edafoxerófilos sobre sustratos especiales como las dolomías (VALLE & col., 1.988; GONZÁLEZ & col., 1.990).

Los mayores contingentes de esta especie aparecen en las Sierras de Cazorla y Segura (Pico Cabañas, Empanadas, Cabrilla,...) y en la Sierra de Baza (GÓMEZ-MERCADO & VALLE, 1.990) (Fig. 1.8), donde además aparece Pinus sylvestris var. nevadensis en las zonas más umbrías y húmedas (condiciones mesófilas). Aparece también en las Sierras de Castril y Sierra Seca (ARROJO, 1.994) (Fig. 1.4), la Sagra (Fig. 1.5), zonas cacuminales de las Sierras de Orce y María (CUETO, 1.989) (Fig. 1.6 y 1.7), en la Sierra de Filabres (Calar del Gallinero) (PEÑAS, 1.997) (Fig. 1.3), orla caliza de Sierra Nevada (Trevenque, Alayos de Dílar) (Fig. 1.10) y puntualmente en Sierra Tejeda cerca del pico de la Maroma (Fig. 1.11), y posiblemente los hubiera antaño en la Sierra de Gádor (Fig. 1.12) y en Sierra Harana (Fig. 1.9). En la mayoría de los casos en estas zonas aparecen tan solo vestigios de lo que fue el pinar natural estando su área potencial ocupada por matorrales degradativos acompañantes como sabinares, espinales o piornales.

 

PROBLEMÁTICA Y GESTIÓN DE LOS PINARES DE CARA A LA CONSERVACIÓN DEL MEDIO NATURAL:

El área actual de distribución de los pinares excede con creces los límites de su área natural por su uso en repoblaciones forestales. Su frugal crecimiento y su adaptación a condiciones ecológicas extremas los hicieron ideales desde la década de los años 40 para la reforestación de casi todos los montes de la Península. Sin embargo la metodología empleada por CEBALLOS (1.945, 1.948), basada en este tipo de especies para mejorar el suelo e inducir la sombra necesarias para la restauración y recuperación de la vegetación natural quedó obsoleta, se olvidó la finalidad de dichas repoblaciones en pos de intereses económicos, muchas veces truncados por desconocimientos ecológicos y causantes de grandes desequilibrios ambientales. En otros casos hay que admitir la buena implantación de estas especies en su areal ecológico adecuado, en zonas donde existen graves riesgos de erosión, con técnicas de bajo impacto, etc., pero esto ocurre en la minoría de los casos.

Sigiuendo a GUZMÁN (1.993), se califica una repoblación como ecológicamente negativa en las circunstancias siguientes:

- La destrucción parcial o la eliminación de ejemplares de especies protegidas o en vía de extinción.

- Destrucción o alteración negativa de valores singulares botánicos, faunísticos, edáficos, históricos, geológicos, literarios, arqueológicos o paisajísticos.

- La actuación que, por localización o ámbito temporal, dificulte o impida la nidificación o la reproducción de especies amenazadas protegidas.

- La previsible regresión en la calidad de valores edáficos, cuya repercusión no es previsible a plazo medio.

- Las acciones de las que pudiera derivarse un proceso erosivo incontrolable, o que produzcan pérdidas de suelo superiores a las admisibles en relación a la capacidad de regeneración del suelo.

- Las acciones que alteren paisajes naturales y humanizados, de valores tradicionales arraigados.

- El empleo de especies no incluídas en las escalas sucesionales naturales de la vegetación correspondiente a la estación a repoblar.

- La actuación que implique una notable disminución de la diversidad biológica.

Las repoblaciones a realizar dentro del área de distribución natural de los pinares deben seguir una serie de requisitos para la conservación del medio natural:

- Realizar un estudio ecológico exhaustivo de las condiciones medioambientales de la estación a repoblar, para elegir de forma adecuada las especies a introducir.

- Utilizar sólo plantas autóctonas cuyo ecotipo genético esté justificado.

- No debe tratarse de un monocultivo de pinos sino que hay que procurar la mayor diversidad posible. (No hay que olvidar que la mayoría de los pinares naturales son formaciones abiertas donde los matorrales seriales toman especial relevancia).

- La vegetación natural existente no se verá afectada por la actuación porque el tipo de acción ha de ser puntual, y con un método de preparación del suelo poco impactante como los hoyos o las banquetas, realizados a mano, con tracción animal o con maquinaria ligera en el peor de los casos.

- La densidad de plantación de pinos será baja para el mantenimiento e incremento de la diversidad de especies. (Las densidades altas provocan una disminución drástica de la radiación solar a nivel del suelo que impide el establecimiento o supervivencia del resto de las plantas). De esta forma se pueden evitar el resto de tratamientos a realizar como podas, aclareos, etc., porque no serán necesarios, y también evitaremos enormes masas contínuas y monótonas suceptibles de provocar grandes incendios.

En el caso de existir repoblaciones ya realizadas en la ecología propia de los pìnares, pero con métodos impactantes como aterrazamientos, decapados, alteración del perfil del suelo, con densidades muy altas de pinos, etc., los gestores deben tener en cuenta una serie de actuaciones:

- Lo primero es la eliminación de especies alóctonas o cuya ecología no sea la adecuada como por ejemplo repoblaciones realizadas con Cedrus atlantica, Pinus radiata, Picea abies, Pinus uncinata, etc. en muchos puntos de las Sierras Béticas. Hay que tener en cuenta los riesgos de erosión que puede acarrear dicha eliminación para realizarla de forma instantánea, progresiva, o no realizarla.

- Aclareo de las masas densas de pinar, de esta forma se potencian los pies más vigorosos, se permite la instauración del matorral serial incrementándose la biodiversidad o se potencia la vegetación planifolia en el caso de que estas masas se presenten fuera de su ecología. También se evitan grandes incendios forestales, aumenta la posibilidad de alimentación de la fauna silvestre entre la que se encuentran las especies cinegéticas, y la fauna doméstica (ganadería), y disminuye el riesgo de plagas forestales.

- Introducción de especies incluídas en las escalas sucesionales naturales (series de vegetación) dependiendo del grado de alteración del suelo, de la vegetación existente, etc...

Estos métodos o actuaciones van encaminados siempre a la conservación del medio natural, muy adecuadas sobre todo para la gestión de espacios naturales protegidos, zonas con graves riesgos de erosión y en general a todos aquellos lugares que no se centran única y exclusivamente en la producción y en el rendimiento económico.

 

BIBLIOGRAFÍA:

* ARROJO, E. (1.994). Cartografía de la Vegetación presente en la Sierra de Castril: Bases para la Conservación de Comunidades Vegetales. Tesis Doctoral. Universidad de Granada.

* BLANCA, G. (1.993). Origen de la Flora Andaluza in VALDÉS, B. (ed.). Introducción a la flora andaluza:19-35. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura y Medio Ambiente.

* BLANCO, E.; CASADO, M.A.; COSTA, M.; ESCRIBANO, R.; GARCÍA ANTÓN, M.; GÉNOVA, M.; GÓMEZ MANZANEQUE, G.; GÓMEZ MANZANEQUE, F.; MORENO, J.C.; MORLA, C.; REGATO, P. & SAINZ OLLERO, H. (1.997). Los Bosques Ibéricos. Editorial Planeta. Barcelona.

* CANO, E.; GARCÍA-FUENTES, A.; TORRES, J.A.; NIETO, J. & SALAZAR, C. (1.994). Vegetación de la Cuenca del Guadiana Menor (Subsector Guadiciano-Baztetano, Andalucía-España). Naturalia Baetica 6: 7-112.

* CASTROVIEJO, S.; LAÍNZ, M.; LÓPEZ, G.; MONTSERRAT, P.; MUÑOZ, F.; PAIVA, J. & VILLAR, L. (1.986). Flora Ibérica. Vol. I. C.S.I.C. Madrid.

* CEBALLOS, L. (1.945). Los Matorrales españoles y su significación. Escuela Especial de Ingenieros de Montes. Madrid.

* CEBALLOS, L. (1.945). Tres Coníferas Mediterráneas en estado progresivo. Escuela Especial de Ingenieros de Montes. Madrid.

* CEBALLOS, L. (1.948). La Fitosociología como Auxiliar de la Técnica Forestal. Escuela Especial de Ingenieros de Montes. Madrid.

* COSTA TENORIO, M.; GARCÍA ANTÓN, M.; MORLA, C. & SAINZ OLLERO, H. (1.990). La evolución de los bosques de la Península Ibérica: Una interpretación basada en datos paleobiogeográficos. Ecología, Fuera de Serie Nº1: 31-58. ICONA, Madrid.

* CUATRECASAS, J. (1.929). Estudios sobre la Flora y Vegetación del Macizo de Mágina. Trabajos del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, 12: 8-510.

* CUETO, M. (1.989). Los Recursos Vegetales de las Sierras de María y Orce como Base para la Gestión de un Espacio Natural. Tesis Doctoral. Universidad de Granada.

* ELENA ROSSELLÓ, R.; SÁNCHEZ, O. & CARRETERO, P. (1.985). Estudio Fisiográfico y Climático de los Pinares Autóctonos Españoles de Pinus nigra ARN. Comunicaciones del I.N.I.A., 36. Madrid.

* ELENA ROSSELLÓ, R. & SÁNCHEZ, O. (1.991). Los Pinares Españoles de Pinus nigra ARN.: Síntesis Ecológica. Monografías I.N.I.A., 81. Madrid.

* FERNÁNDEZ-CASAS, J. (1.972). Estudio Fitográfico de la Cuenca del Guadiana Menor. Tesis Doctoral. Universidad de Granada.

* FERNÁNDEZ-GONZÁLEZ, F. (1.997). Bioclimatología in IZCO, J. & col. (eds.). Botánica:607-682. Editorial McGraw-Hill Interamericana. Madrid.

* GALIANO, E. & HEYWOOD, V.H. (1.960). Catálogo de las Plantas de la Provincia de Jaén. Mitad Oriental. Jaén.

* GANDULLO, J.M. (1.972). Ecología de los Pinares Españoles III. Pinus halepensis Mill. I.N.I.A. Madrid.

* GARCÍA LATORRE, J. & GARCÍA LATORRE, J. (1.996). Los Bosques del Desierto Almeriense. Quercus 128: 31-33.

* GÓMEZ-MERCADO, F. & VALLE, F. (1.990). Notas Fitosociológicas sobre las Comunidades Arbóreas de las Sierras de Cazorla y Segura. Acta Botánica Malacitana, 15: 239-246.

* GONZÁLEZ, A.; MADRONA, M.T. & VALLE, F. (1.990). Sobre los Pinares Edafoxerófilos en Andalucía Oriental. Iª Reunión sobre el medio Ambiente en Andalucía. Córdoba.

* GUZMÁN, A. (1.993). Evaluación de Impacto Ambiental en Repoblaciones Forestales. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura y Medio Ambiente.

* HEYWOOD, V.H. (1.985). Las Plantas con Flores. Editorial Reverté. Barcelona.

* LAZA PALACIOS, M. (1.946). Estudios sobre la Flora y la Vegetación de las Sierras de Tejeda y Almijara. Anales Jard. Bot. Madrid 6(2): 217-330.

* MARTÍNEZ, J.A. (1.992). Las Bardenas Reales. Quercus 77: 38-44.

* MOLERO, J. & PÉREZ RAYA, F. (1.987). Sabinares Malacitano-Almijarenses. Lazaroa 7: 301-306.

* NAVARRO, F.B. (1.995). Parque Natural de la Sierra de Baza. Edita Coca, S.A. Granada.

* NAVARRO, F.B. (1.997). Estudio Ecológico y Florístico de la Sierra de las Estancias. Memoria de Licenciatura. Universidad de Granada.

* NICOLAS, A. & GANDULLO, J.M. (1.969). Ecología de los Pinares Españoles II. Pinus sylvestris L. I.F.I.E. Madrid.

* PEÑAS DE GILES, J. (1.997). Estudio Fitocenológico y Biogeográfico de la Sierra de los Filabres (Andalucía Oriental, España). Análisis de la Diversidad de Matorrales. Tesis Doctoral. Universidad de Granada.

* PÉREZ RAYA, F. (1.987). La Vegetación en el Sector Malacitano-Almijarense de Sierra Nevada. Tesis Doctoral. Universidad de Granada.

* REGATO, P.; GAMISANS, J. & GRUBER, M. (1.995). A Syntaxonomical Study of Pinus nigra subsp. salzmannii Forest in the Iberian Peninsula. Phytocoenologia 25(4): 561-578.

* RODRÍGUEZ ARIZA, M.O.; VALLE, F. & ESQUIVEL, J.A. (1.996). The Vegetation from the Guadix-Baza based on Anthracology. Archeologia e Calcolatori 7: 537-558.

* RIVAS GODAY, S. (1.951). Contribución al estudio de Vegetación y Flora de la Provincia de Granada. Excursión botánica a la Sierra de Baza y Zújar. Anales Re. Acad. Farmacia 7:58-133.

* RIVAS-MARTÍNEZ, S. (1.987). Memoria del Mapa de Series de Vegetación de España. ICONA. Madrid.

* RIVAS-MARTÍNEZ, S.; ASENSI, A.; MOLERO, J. & VALLE, F. (1.991). Endemismos Vasculares de Andalucía. Rivasgodaya 6: 5-76.

* RUIZ DE LA TORRE, J. & CEBALLOS, L. (1.979). Árboles y Arbustos de la España Peninsular. Fund. Conde Valle Salazar. E.T.S.I.M. Madrid, 514 pp.

* VALLE, F. (1.979). Flora y Vegetación de las Sierras de Alfacar y Víznar, Huétor y la Yedra. Tesis Doctoral. Universidad de Granada.

* VALLE, F.; MOTA, J.F. & GÓMEZ-MERCADO, F. (1.988). Datos sobre la vegetación Orófila de Andalucía Oriental (España). Documents phytosociologiques 11: 459-464.

* WALTER, H. (1.994). Zonas de Vegetación y Clima. Ediciones Omega. Barcelona.

* ZIMMERMANN, W. (1.976). Evolución Vegetal. Ediciones Omega. Barcelona.

 

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se encuadra en el Convenio Universidad de Granada-Ministerio de Medio Ambiente, sobre "ELABORACIÓN DE LA CARTOGRAFÍA DE LA EVALUACIÓN BIOLÓGICA Y MODELOS DE REGENERACIÓN DE LA VEGETACIÓN EN EL ÁREA DEL PROYECTO LUCDEME".

 

LEYENDA DE LAS ILUSTRACIONES

 

MAPAS

Mapa 1- Distribución de Pinus uncinata.

Mapa 2- Distribución de Pinus sylvestris.

Mapa 3- Distribución de Pinus halepensis.

Mapa 4- Distribución de Pinus pinea.

Mapa 5- Distribución de Pinus pinaster.

Mapa 6- Distribución de Pinus nigra.

 

FIGURAS

Figura 1- Distribución de Pinus sylvestris y Pinus nigra.

Figura 2- Distribución de Pinus halepensis.

Figura 3- Distribución de Pinus pinaster.

 

Mapa1.bmp (56128 bytes)

M64.jpg (37832 bytes)

Figuras.bmp (63136 bytes)