Joaquín Valero García, Carlos Carreras Egaña |
Delegación de Medio Ambiente. Almería. |
1.- RESUMEN
Se realiza un análisis de los costes de tratamientos selvícolas en las repoblaciones, tomando como referencia trabajos realizados en las sierras de Filabres y de Baza. Ante la conveniencia de acometer los tratamientos selvícolas de las masas repobladas de una forma global, se plantea la necesidad de una adecuada asignación presupuestaria, de la ordenación de las masas y de programas de investigación y desarrollo tanto de técnicas que permitan una eficiente extracción de la madera y demás recursos aprovechables como de las aplicaciones de estas materias que puedan revalorizarlas y hacer el mantenimiento de estas masas más económico. En este sentido, se propone que las nuevas repoblaciones se realicen a densidades bajas (inferiores a 800 p/ha), especialmente en zonas semiáridas, a fin de obviar la necesidad de las primeras intervenciones de control de la competencia. Se señalan también algunos aspectos técnicos relacionados con dichas repoblaciones
2.- URGENCIA DE TRATAMIENTOS SELVÍCOLAS
Las repoblaciones forestales, como medidas para el control de la erosión y prevención de avenidas vienen realizándose en la provincia de Almería desde principios de siglo dentro de los programas de restauración hidrológico-forestal, existiendo en la actualidad aproximadamente un total de 120.000 ha de superficie reforestada en montes públicos. Esto supone, además de los beneficios hidrológicos, como la reducción del proceso erosivo, multitud de otros beneficios indirectos difíciles de evaluar económicamente, relativos al paisaje, microclima, hábitat, uso recreativo, etc. Si bien estos bienes generados pueden considerarse como permanentes en el tiempo y entrar a formar parte de los recursos renovables no se ha de olvidar que estas masas forestales tienen una elevada dependencia del factor humano.
Las reforestaciones se realizaron generalmente con densidades altas, con cifras entre 1.600 a 3.000 plantas por hectárea, para conseguir una cobertura del suelo lo más rápida posible. Estas espesuras, aunque inferiores a las que suelen presentar las áreas regeneradas después de incendios en pinares naturales, requieren la realización de acciones selvícolas que controlen la competencia entre individuos a fin de asegurar su vitalidad, lo que redunda en un mejor estado sanitario. Estas intervenciones no hacen sino anticipar y regular el proceso de selección natural de muerte de unos para beneficio de otros, evitando que el material muerto favorezca la propagación de incendios o de plagas para el resto de la masa.
Una densidad inicial alta no produce efectos negativos al poder soportar los individuos la competencia por el espacio vital debido a sus pequeños requerimientos hasta la edad de monte bravo. Espesuras elevadas dan lugar luego a partir de la edad de latizal a la muerte de las ramas inferiores, aumentando el coeficiente mórfico del fuste. Un fuste cilíndrico puede ser una ventaja en montes productores, puesto que aumenta el rendimiento del tronco en la producción de madera de sierra, pero tiene menor resistencia al viento y a la nieve. Arboles con ramas vivas desde el suelo, al ser más cónicos, son más resistentes en este aspecto.
Mesón y Montoya (1993) dan como uno de los principales síntomas de una espesura excesiva y por tanto de la necesidad de claras que la relación entre la longitud de copa viva y la altura total del árbol sea inferior a un tercio, con las debidas matizaciones en función de la especie y la estación.
Conforme a la bibliografía consultada, la frecuencia de los tratamientos selvícolas destinados a reducir la competencia entre individuos debe ser mayor en montes protectores que en otros tipos, con el fin de reducir los riesgos que pueden producirse tras ellos. Con el criterio de que como máximo puede cortarse 1/3 del área basimétrica en cada intervención, con una corta intermedia que incidiera sobre pies dominados y codominantes (en las repoblaciones los pies en la edad de latizal suelen ser codominantes, debido a la regularidad del espaciamiento) se eliminarían hasta un 40 % de los pies, por lo que con un clareo y tres claras se llegaría a una densidad final para el pinar maduro entre 150 y 400 pies/ha. Normalmente se recomienda para montes protectores un calendario basado en cinco intervenciones de menor intensidad, lo que conlleva un esfuerzo económico mayor pero también mayor seguridad frente a factores adversos, principalmente nieve y viento.
En Sierra de los Filabres-Baza prácticamente toda la superficie repoblada, aproximadamente 60.000 ha, se encuentra en edad de realización de las primeras claras, incluso ciertas zonas pueden estar rebasando el período aconsejado. Un análisis de los proyectos de tratamientos selvícolas ejecutados con este fin durante los años 95-96 en este espacio nos ofrece un coste medio de 230.000 ptas por hectárea intervenida.
Incluso con un ritmo de actuación del orden de las 1.000 ha/año, muy superior al ejecutado en el año 1997 y a las perspectivas para 1998, no se terminaría de tratar toda la superficie antes de entrar en la edad aconsejada para la segunda clara, aun con lapsos de tiempo y unas intensidades excesivos para un monte protector. Tratar esta superficie en un período razonable, unos doce años, a una tasa de 5.000 ha/año, con el coste medio anterior, supondría una inversión anual de más de 1.000 millones de Pta , sólo para actuaciones de este tipo y dentro de este espacio. Esta estimación se ha aproximado de forma grosera, con las siguientes limitaciones: se parte de un coste medio de varios proyectos de actuación, que no tienen por qué ser rigurosamente representativos de todas las masas y, porque parte de las masas tratatadas habían pasado ya por clareos previos . Sin embargo, este análisis nos puede dar una idea del orden de magnitud de los costes que se prevén para el mantenimiento de las repoblaciones.
En relación con esta idea, se considera urgente la realización de proyectos de ordenación de montes para todas las masas creadas, de forma que se fijen los criterios de actuación en cada situación concreta. Evidentemente estos documentos pueden correr el riesgo de convertirse en "papel mojado" sin una voluntad política acorde con las necesidades de inversión. Igualmente es prioritario un programa de investigación y desarrollo de aplicaciones tanto de la madera como de los demás productos forestales, de forma que la utilización de estos recursos pueda realizarse con mayor rentabilidad económica y repercuta directamente en la comarca donde son producidos. Otra línea de desarrollo que necesita una rápida solución es la de mecanización de los trabajos de aprovechamiento forestal.
3.- ANÁLISIS DE COSTES DE LOS TRATAMIENTOS SELVÍCOLAS
Los tratamientos selvícolas incluyen normalmente las siguientes operaciones: Clareo y poda, recogida y eliminación de residuos, preparación de madera y desembosque. Basándonos en las tarifas de precios oficialmente adoptados por la Consejería de Medio Ambiente, desglosamos a continuación los porcentajes sobre el coste total que supone cada operación.
3.1.- Clareo y poda.- Esta operación supone del orden del 35 % del coste medio por hectárea obtenido de los proyectos referidos anteriormente. Tomando como referencia las tarifas Clareo y poda densidad media (ha) y Corta manual de pies (con diámetros inferiores a 10 cm) y considerando que el número de pies a cortar sea de 1000 por hectárea , el coste se repartiría entre ambas operaciones de la siguiente forma: clareo: 27 %, poda: 73 %.
En relación con esta operación conviene distinguir entre escamonda (poda de ramas ya secas) y la poda de ramas verdes. Con ambas operaciones se aumenta la calidad del fuste y la discontinuidad vertical del combustible. Sin embargo, la poda de ramas verdes puede presentar aspectos negativos, principalmente en el caso de montes protectores:
a) las gotas que caen desde las copas podadas golpean el suelo con mayor energía al caer desde más altura. Por ejemplo, si caen desde 4 m en lugar de 0,5 m el nivel de erosión se duplica, en igualdad de los demás factores que intervienen en el cálculo de la Ecuación Universal de Pérdidas de Suelo para la erosión pluvial.
b) El volumen de lluvia interceptada es menor, y disminuye la capacidad de captación de agua por precipitaciones ocultas.
c) Las ramas bajas sujetan y dan sombra a la hojarasca, facilitando su humificación.
d) Parte de la fauna que se oculta entre las ramas verdes bajas, queda sin cobijo. Estas ramas también crean un microclima favorable a especies vegetales relativamente más exigentes.
La poda del arbolado de forma continua es necesaria en áreas cortafuegos y en áreas recreativas, pero no sirve para disminuir la competencia intraespecífica, lo que lleva utilizar la poda de forma restrictiva, afectando solamente a los árboles de porvenir seleccionados (donde esta actuación pueda ser rentable). Limitando la poda a esta actuación (unos 400 pies por hectárea) los costes de esta unidad de trabajo quedan reducidos aproximadamente al 40% del precio de partida.
3.2.- Recogida y eliminación de residuos.- Estas operaciones suponen del orden del 56 % del coste medio por hectárea obtenido. Dentro de éstas, el coste de la eliminación mediante astillado o triturado con desbrozadora supera al de las operaciones de recogida y apilado de residuos, tanto si se incluye poda como si no.
En caso de realizarse esta operación mediante desbrozadora, el tamaño de la astilla o residuo final es mayor que el producido con astilladora, lo que implica un tiempo más prolongado para que se incorpore al ciclo de nutrientes. La diferencia de tamaño, en todo caso, no es significativa desde el punto de vista de la velocidad de propagación de incendios de acuerdo con los parámetros utilizados en el programa BEHAVE, simulación del comportamiento de incendios forestales, en ambos casos se trataría de combustibles finos.
La tarifa Astillado de residuos apilados (Tm) (trabajo realizado con astilladora de cuchillas) es 4,5 veces más cara que la tarifa Eliminación de residuos c/desbrozadora (ha) en las condiciones exigidas para la ejecución de esta última (8 Tm/ha de residuos de pequeño tamaño, en pendientes inferiores al 10%). Las condiciones requeridas para la utilización de la desbrozadora son mucho más restrictivas en cuanto a topografía, densidad de arbolado, tamaño y volumen de residuos, que las necesarias para la astilladora, por lo que estos factores condicionan normalmente el método de eliminación del ramaje.
Tradicionalmente se ha utilizado la eliminación de residuos mediante quema, aunque su uso ha disminuido fundamentalmente debido al peligro de incendios. No obstante, la quema de residuos fuera de la temporada de época de peligro alto y en condiciones meteorológicas favorables supone un riesgo mínimo de generar incendios superiores al grado B nivel 0/1, según la clasificación del Plan INFOCA, incendios que de acuerdo con el sistema de activación del mismo requieren para su control el trabajo de una sola brigada de retenes. No hay que olvidar que en cualquier tipo de tratamientos selvícolas suelen trabajar un número de personas mucho mayor y entre las que, por otra parte, no pocas veces se integran los componentes de los retenes contra incendios forestales.
Obviamente no realizando este tipo de trabajo se anula por completo la posibilidad de generar algún incendio por esta causa. Sin embargo cabe plantearse la conveniencia de prescindir de él cuando el resto de causas siguen acechando.
La utilización de la tarifa de Quema residuos en claras de densidad media (ha) frente a la de ejecución mediante astilladora, supone una reducción del 29 % sobre el coste medio inicial, para las condiciones concretas de los proyectos anteriores.
Probablemente el óptimo del equilibrio entre la reducción de riesgo y el aumento del rendimiento de la inversión realizada se encuentre en la utilización conjunta de los dos sistemas: Eliminación mediante quema sólo durante el período de peligro bajo y con astilladora o desbrozadora en las temporadas de peligro medio y alto.
En todo caso, la ejecución de quemas en trabajos forestales requiere que se den las condiciones de humedad relativa, temperatura y velocidad de viento adecuadas, y que se realicen bajo un condicionado estricto en cuanto ubicación, disponibilidad de medios de extinción, vigilancia de rescoldos, etc. Supone una liberación rápida de nutrientes, lo que es favorable en lo relativo a fertilidad, pero la riqueza en carbonatos de las cenizas hace que sea desaconsejable en suelos básicos.
3.3.- Preparación de madera y desembosque.- La saca o desembosque de los productos maderables representa un porcentaje pequeño, pero significativo, del coste total de las primeras claras en montes protectores; en los proyectos referidos, del orden del 6 %. Sin embargo, el beneficio económico obtenido de la venta del producto en cargadero es en la actualidad inferior al coste de las tarifas de preparación y saca de madera necesarias para su aprovechamiento, tanto en pendientes inferiores como superiores al 25 %. Esta situación puede cambiar de surgir aplicaciones locales que revaloricen estos productos, para lo que será imprescindible que se garanticen, con los planes de ordenación correspondientes, unas cantidades regulares a lo largo del tiempo.
Ninguna de estas dos operaciones, preparación de madera y desembosque, son indispensables en principio para alcanzar el objetivo de las primeras claras, reducir la competencia entre individuos, una vez cortados los pies sobrantes.
Prescindir de estas operaciones presentaría el inconveniente de que la permanencia de estos productos en el monte puede dar lugar a la generación de brotes de plagas de perforadores que afecten incluso a áreas próximas. Esta posibilidad se reduce notablemente tratando la madera con productos fitosanitarios, de baja toxicidad para la fauna terrestre, en intervalos de tiempo adecuados a la población de insectos que se quiera controlar, actuando las pilas, en este caso, como árboles cebo. Puesto que es la madera más reciente la que atrae preferentemente a los perforadores, dos riegos pueden ser suficientes antes de que pierda el interés por desecación. Otra opción sería la de descortezar, pero esta operación con la maquinaria actual resulta mucho más cara. La falta de mercado de las maderas finas hace que a menudo los productos permanezcan en el monte más tiempo del aconsejable para la prevención de plagas, haciendo necesarios estos tratamientos en la mayoría de los casos.
La madera puede disponerse en las pilas formando huecos en su interior, que posteriormente pueden ser aprovechados como refugio por la fauna. Trabajos de este tipo se han ensayado en la sierra de Filabres-Baza, constatándose que, por ejemplo, la utilización de Fenitrotión al 2 % con gasoil ( para aumentar la impregnación y persistencia de la materia activa en la madera) no supone aparentemente rechazo para los conejos.
Las pilas de madera también pueden ser utilizadas para formar pequeñas albarradas en barrancos incipientes con el fin de disminuir las pérdidas de suelo provocadas por la erosión lineal en los cauces, aunque el efecto conseguido con esta medida dependerá de la persistencia de la madera.
En cuanto a incendios, al tratarse de combustibles gruesos y sin continuidad, la realización de estas pilas no supondría un agravamiento de su propagación. La preparación de madera, consistente en el descopado, desramado, tronzado y apilado sí se considera necesaria en todo caso, con el fin de poder separar y eliminar los combustibles finos producidos, puesto que la presencia de éstos está directamente relacionada con la velocidad de propagación.
3.4.- Consideraciones finales : Los costes medios recogidos hacen referencia a la ejecución de las obras mediante Empresa Pública. Si bien los porcentajes añadidos de costes indirectos y beneficio industrial son menores en este caso que mediante Contrata, en esta última forma de ejecución se puede reducir considerablemente el coste total mediante la correspondiente adjudicación por subasta o concurso, por lo que en ocasiones será preferible este sistema desde el punto de vista meramente económico.
En la tabla siguiente se recoge una comparación sobre distintos trabajos y su repercusión económica, en relación al coste medio de los proyectos reseñados, únicamente reflejendo las tarifas consideradas y en las condiciones referidas anteriormente. No parece oportuno señalar las diferencias en costes entre astillado y eliminación de residuos con desbrozadora, puesto que las zonas contempladas en los proyectos analizados no permiten la utilización de este último método, dadas las características restrictivas del mismo. En el punto 3.2. se hizo una comparación general de dichos costes.
UD. OBRA |
UD. OBRA ALTERN. |
% REDUCC. |
Clareo y poda |
Corta en claras o de pies <10 |
21 |
Astillado |
Quema |
29 |
Desembosque |
- |
2 |
Incluso en el caso más favorable en que pudiese utilizarse siempre las tarifas más aconsejables desde el punto de vista económico, no es posible acometer la gestión de estos espacios de forma mantenida en el tiempo con el nivel actual de inversión, por lo que es absolutamente imprescindible una adecuada asignación presupuestaria para este concepto.
La realización de tratamientos selvícolas puede ralentizarse o hacerse innecesaria, en función de la densidad de la vegetación. En lugares muy secos donde pueda establecerse competencia por los recursos hídricos a través de las raíces antes que por la luz, o donde la distribución sea lineal, terrazas o fajas con grandes intervalos de terreno entre ellas, de forma que la competencia aparezca dentro de las líneas, puede ser oportuno intervenir, dependiendo de las características concretas de cada rodal.
No podemos dejar de recordar un caso especial en los que no es aconsejable realizar claras, referido por Mesón y Montoya (1993). Es el de la masa que se ha mantenido demasiado tiempo con un alto grado de competencia entre individuos y éstos presentan diámetros pequeños, copas muy estrechas y fustes demasiado largos y cilíndricos, con aspecto de "plumeros", y que son incapaces de recuperarse tras la clara. De realizarse ésta, el efecto del viento y de la nieve acabará con ellos; de no llevarse a cabo, continuará el proceso de degeneración de su vigor y estado sanitario, terminando igualmente destruidos por plagas, enfermedades o períodos de sequía; en estos casos "cuando una masa se ha ido de las manos, probablemente lo más sensato es cortarla a hecho y recomenzar; porque tanto el aclarar como el no hacerlo, será muy peligroso para ella".
A fin de conjugar economía con la necesidad de mantenimiento y de regeneración anticipada en estas grandes masas casi coetáneas, en muchos casos, puede ser aconsejable emplear el método de cortas de regeneración por entresaca por fajas onduladas descendentes, acompañadas de cortas de mejora de la masa restante, conforme a lo propuesto en el Manual de flora para la restauración de áreas críticas y diversificación de masas forestales (Ruiz de la Torre & al., 1996), sistema que por su carácter sistemático, y por la concentración de las cortas y la apertura de calles de desembosque puede abaratar los costes de las intervenciones, conduciendo a masas irregulares, más adecuadas a los fines de protección para las que fueron creadas.
Estas consideraciones sobre los costes de los tratamientos selvícolas, nos llevan a plantear la cuestión de la densidad de implantación en las nuevas reforestaciones.
4.- DENSIDAD DE IMPLANTACIÓN EN LAS REPOBLACIONES. CRITERIOS DE ELECCIÓN.
Los criterios que llevan a decidir las densidades de introducción son básicamente las siguientes (Serrada R , 1993): Objetivo de la repoblación, porte de la especie, conseguir la poda natural (en función del temperamento de la especie), existencia de mercado de maderas finas, costo de las operaciones, posibilidad de ejecución de claras. La aplicación de estos criterios al caso almeriense, como veremos seguidamente, no imponen la necesidad de densidades altas.
a) El objeto de las repoblaciones es aquí eminentemente protector, por lo que ha de procurar conseguir una rápida cobertura del suelo, lo que lleva a tomar normalmente densidades relativamente altas, dentro de los márgenes aconsejables. Cabe señalar, no obstante, que aun con baja densidad, una preparación del suelo efectiva en cuanto a retención de la escorrentía, puede cubrir en buena parte de los efectos hidrológicos deseados, de forma que pierda importancia el retraso en la consecución de la fracción de cabida cubierta esperada. Las especies utilizadas mayoritariamente, pino carrasco, piñonero y negral, encina, algarrobo, acebuche, tienen copas amplias, por lo que las densidades han de ser inferiores a cuando se emplean especies de copa recogida (pino salgareño, pino silvestre) .
b) En las masas forestales artificiales almerienses, la poda natural apenas se está produciendo, ni siquiera en masas muy densas, posiblemente por ausencia de los hongos que pudren la inserción de las ramas (comunicación verbal de Madrigal Collazo) y la escasa humedad disponible.
c) Como ya se ha señalado, actualmente los productos obtenidos de las cortas intermedias tienen muy escasa apreciación en el mercado, por lo que estas operaciones presentan saldos negativos, y no son previsibles cambios que modifiquen sustancialmente esta situación.
d) El coste de la repoblación tiene una fuerte componente proporcional a la densidad de introducción, sobre todo cuando la preparación del terreno es puntual, por lo que una disminución de la densidad inicial resultará más económica desde el principio (repoblación más barata y ahorro en cortas de mejora).
e) En cuanto a la previsión de la ejecución de claras, debido a su falta de rentabilidad, y a que son los particulares los que están acometiendo actualmente el grueso de las repoblaciones, son poco probables, de no ser que se subvencionen sobradamente.
Incluso con finalidad protectora, con el fin de maximizar la vitalidad de los pies individuales y por tanto de la masa, debe tenderse a la consecución de masas constituidas por un mínimo de pies de grandes copas, buscando el máximo de protección y de sombra con el mínimo de competencia intraespecífica. Fracciones de cabida cubierta en torno a los 2/3 pueden considerarse suficientemente protectoras , y en cuanto a producción no supone merma apreciable respecto a las masas con espesura completa (Mesón y Montoya, 1993).
La densidad de implantación deberá buscar la consecución de esta cobertura a la edad de latizal medio (diámetros normales entre 10 y 20 cm). A partir de ahí, debido a la sombra y a la competencia intraespecífica se empezarán a secar las ramas inferiores y a disminuir la relación de copa viva. Este despegue de la copa viva del suelo conduce a un aumento progresivo de la cilindridad del fuste por lo que en la edad de madurez pueden conseguirse coeficientes mórficos aceptables, si bien la madera tendrá una mayor contenido en nudos, que serán vivos si se realiza la escamonda en los árboles de porvenir.
En condiciones de aridez, debido a las fuertes limitaciones que impone la carestía hídrica en el crecimiento de la vegetación, son especialmente convenientes las bajas densidades de implantación. Nos centraremos a partir de ahora en las repoblaciones en zonas semiáridas y áridas.
5.- REPOBLACIONES EN EL SEMIÁRIDO: PRIORIDADES, CONVERGENCIA DE OBJETIVOS: LUCHA CONTRA LA EROSIÓN-BIODIVERSIDAD-PAISAJE. COBERTURAS.
La mayor parte de las repoblaciones forestales en Almería se han realizado en las cabeceras de las principales cuencas que drenan la provincia: las de los ríos Almanzora, Andarax, Guadalentín (Segura), Nacimiento, y generalmente a altitudes superiores a los 800 m. Por debajo de esta cota, que corresponde aproximadamente al 50% de la superficie provincial, en su mayor parte con ombroclima semiárido, los terrenos rústicos no cultivados sustentan en su mayor parte lastonares y matorrales correspondientes a estadios avanzados de degradación, debido a los conocidos usos históricos y prehistóricos : incendios, cultivos, pastoreo, extracción de leñas, etc.
El uso actual de estas formaciones suele limitarse al pastoreo, con un nivel de carga que mantiene su nivel de degradación. En ocasiones, por exceso de explotación, la degradación avanza aún más, conduciendo a fenómenos erosivos que se retroalimentan por la pérdida de capacidad productiva y de cobertura vegetal, que dan lugar a abarrancamientos prácticamente irreversibles, especialmente en sustratos poco permeables expuestos a solana.
Por la importancia primordial de la lucha contra la erosión y la prevención de avenidas, la restauración debe fijarse preferentemente en las zonas en pendiente de menor cobertura, pero empezando, por motivos de eficiencia, por las de más fácil recuperación. La facilidad de recuperación viene normalmente asociada en estas zonas de clima semiárido, con las exposiciones de umbría, partes bajas de ladera, suelos no salinos, y sin problemas de estabilidad. Las zonas inestables (cárcavas, laderas de fuerte pendiente en barrancos con una activa erosión lineal, a determinar en función de las características geotécnicas del material y la pendiente) han de ser corregidas mediante albarradas de piedra o de malla, o con otros procedimientos, como requisito indispensable previo (o según la técnica, simultáneo) a la introducción de vegetación protectora. En caso contrario se producen movimientos en masa o erosiones que sepultan o arrastran la vegetación incipiente antes de que consiga un desarrollo radicular y una cobertura suficiente que evite dichos fenómenos (en algunas situaciones, imparables por causas geológicas). Las zonas próximas a las redes de drenaje, gracias a su mayor disponibilidad de agua, suelen ser las que mejor reaccionan al tratamiento de revegetación, por lo que son estas situaciones las que deben tratarse con prioridad. Ahí las plantas alcanzarán mayores portes y desarrollos más rápidos, pudiendo servir de focos de nuevos propágulos así como de barreras naturales de retención de sedimentos.
A este respecto, aunque las formaciones arbóreas cerradas (bosques) sean difícilmente alcanzables en condiciones de aridez, máxime en el actual estado de los suelos, pensamos que sí son posibles, aunque sea a muy largo plazo, formaciones arbóreas más o menos abiertas, en casos desfavorables queden confinadas a las proximidades de la red de drenaje. Partes bajas de ladera que se beneficien de escorrentía subsuperficial, tienen durante más tiempo disponibilidades hídricas aprovechables para el crecimiento de la vegetación. Cuando menos, la vegetación arbolada podrá instalarse en fondos de valle con agua freática accesible durante el tiempo suficiente para permitir su ciclo anual de actividad vegetativa.
Existen en la provincia miles de hectáreas de atochar en pendiente con coberturas inferiores al 50%, frecuentemente en torno al 25%, que al dejar la mayor parte de su superficie al descubierto proporcionan una insuficiente protección del suelo. En las áreas descubiertas se forman costras superficiales (por efecto del golpeteo de las gotas de lluvia y del calor) muy poco permeables, que dificultan la entrada de otras especies (a lo que se añade la fuerte competencia por parte de sus potentes sistemas radicales fasciculados y someros). Estas superficies desnudas proporcionan elevadas escorrentías, que suponen erosión laminar -apreciable por la elevada pedregosidad superficial- y erosiones más graves aguas abajo, en regueros y en barrancos. En las formaciones de lastomatorral que ya alcancen coberturas del 50% o superiores, un simple acotamiento al pastoreo, y la presencia o la introducción de algunos ejemplares de especies arbustivas o arbóreas puede ser suficiente para su densificación. En los atochares mencionados con coberturas inferiores, la repoblación es mucho más necesaria, aunque con las bajas densidades a que nos referimos en este trabajo.
La actuación tendrá lugar normalmente en suelos inmaduros, principalmente en ladera, pero no intrazonales, es decir, sin características limitantes especiales, por salinidad, hidromorfía, o alto contenido en yeso. Buena parte de los endemismos almerienses se ubican en suelos de estas características, por lo que no han de verse amenazados por las repoblaciones.
En las zonas llanas, menos dañadas por la erosión hídrica, aunque sí afectadas por la erosión eólica, y con mayor aptitud para la agricultura u otros usos, debe promocionarse la creación de un reticulado amplio de formaciones lineales, con múltiples usos, cortavientos, refugio de avifauna, sombra, etc..
Las repoblaciones en zonas semiáridas no tienen sólamente una función protectora, de beneficios claros en zonas tan expuestas a daños por avenidas como ésta, pues las distintas producciones que pueden dar lugar las formaciones mixtas de arbolado y matorral que se proponen no son desdeñables. Como más relevantes señalamos los siguientes: refugio y alimento de fauna (incluyendo la cinegética), aumento de nichos ecológicos (mayor diversidad de flora y fauna), sombra y ramón para el ganado (tras una fase de acotamiento para el establecimiento de la vegetación), aumento de la capacidad para recreo y de la amenidad del paisaje, así como aumento de la tasa de fijación del dióxido de carbono.
El paisaje debe ser atendido como el importante recurso turístico que es. Prueba de su trascendencia es la preferencia que muestra buena parte del turismo rural por los lugares con el entorno mejor conservado. Criterios de arquitectura paisajística deben ser tomados en cuenta en el diseño de las repoblaciones. Las recomendaciones en este sentido más comunes recogidas en la bibliografía son las de evitar los contornos rectos, especialmente los trazados por líneas en máxima pendiente o a nivel. Los límites de las áreas repobladas deben conformarse en lo posible al relieve, ascendiendo por las vaguadas y descendiendo por las zonas convexas, al igual que suelen hacerlo las formaciones espontáneas. Debe cuidarse también la composición específica, evitando las mezclas pie a pie pluriespecíficas cuando puedan resultar demasiado abigarradas (en función de la distancia del espectador, y del contraste entre especies).
El mosaico de zonas de arbolado y matorral, en ocasiones en contraste con superficies desnudas "intratables", pensamos (es una modesta apreciación subjetiva) tiene un interés paisajístico mayor que el de las grandes zonas de pseudoestepa, resultado de la acción destructiva del hombre, y de las que el sureste español cuenta ya con una sobrada representación.
La conveniencia de dejar amplias zonas de matorral, por motivos de conservación de especies, mantenimiento de la diversidad (que aumentaría con las nuevas especies introducidas y con la progresión inducida por la repoblación), prevención de incendios (dejando plantas de porte rastrero o con poca densidad en áreas cortafuegos), y las dificultades para conseguir formaciones cerradas en estos climas, sobre todo cuando se parte de suelos degradados con escasa capacidad de retención, son igualmente razones para apostar por la baja densidad de las plantaciones en el ámbito referido.
Como cifra indicativa de las densidades propugnadas, estimamos que con una densidad inicial media de 250 puntos de plantación o de siembra por hectárea, se pueden compaginar los objetivos propuestos.
En las partes bajas de ladera, junto a la red de drenaje y en las superficies cóncavas (normalmente con mayor disponibilidad hídrica y mayor profundidad de suelo), pueden emplearse especies de mayor talla o exigencias, y con mayor densidad (en torno a 500 p/ha), que irá disminuyendo progresivamente hacia las partes altas y zonas convexas, que se dejarían para matorral (1/3 de la superficie), si es preciso densificado o enriquecido mediante implantación de las especies presentes u otras interesantes pertenecientes al mismo complejo evolutivo. Aún en las zonas de mayor densidad de repoblación, los espaciamientos han de ser amplios, a fin de que sin necesidad de clareos ni claras se llegue a alcanzar un 70% de cubierta a una edad intermedia de su ciclo, p.e. a 4 a 5 m de separación, para las especies de mayor copa.
Con esta fracción de cabida cubierta la producción de biomasa es óptima (similar a la obtenida con espesura completa), se consigue una relativa protección mutua, abrigo directo o lateral, tanto de la insolación como del viento, favorable a otras especies, y un importante aporte de cubierta muerta protectora y edificadora del suelo. Al ser moderada la competencia, las plantas se mantienen con un elevado vigor vegetativo, y mantienen las ramas verdes inferiores, de gran importancia por los motivos ya mencionados (freno de escorrentía, humificación de cubierta muerta, etc.).
La superficie que queda sin cubierta arbórea, cercana al 50% (1/3 sin repoblar y los espacios intercalares en la zona de transición, puede permitir, a su vez, la persistencia e incluso una mayor expansión (favorecida por el acotamiento) de formaciones de matorral heliófilo de valor ecológico o florístico.
6.- ESPECIES Y MÉTODOS UTILIZABLES
Como especies propias de esta región, capaces de vivir en sustratos de diversas litologías (no salinas), en el ámbito altitudinal referido, señalamos: pino carrasco, acebuche, algarrobo, lentisco, sabina mora, araar o sabino (Tetraclinis articulata), coscoja, cornicabra (Periploca laevigata ssp. angustifolia, en las proximidades del litoral por debajo de 400 m de altitud), carnadillo (Ephedra fragilis), retama, gayumba (Coronilla juncea), y albaida. Los márgenes de las ramblas podrían también ser protegidas (y embellecidas) con álamos, tarajes, palmeras e higueras.
Algunos sustratos son más favorables para ciertas especies que otros, lo que ha de tenerse en cuenta en la selección para cada situación concreta. Por ejemplo el acebuche suele dar resultados especialmente buenos en suelos margosos, la albaida (A. cytisoides) suele preferir sustratos pizarrosos (o conglomerados de elementos esquistosos). Las especies con hojas aciculares y escamiformes (Pinus halepensis, Tetraclinis articulata, Juniperus phoenicea) se ven normalmente favorecidas por su mayor poder de condensación del aire húmedo, que le proporciona aportes hídricos suplementarios (en años de sequía, básicos), por lo que pueden utilizarse en lugares algo más xéricos, reservando los lugares óptimos para los planifolios.
El empleo de especies matorral palatables como la mayoría de las señaladas, favorecerá espacios naturales con capacidad ganadera que no precisen del fuego para la eliminación de matorral indeseable o del lastonar endurecido. Se trata por tanto de crear sistemas silvopastorales productivos y estables, y también, por motivos de protección, ecológicos y estéticos, de recrear las formaciones que predominaron en tiempos pretéritos, tal como muestran los registros históricos y la toponimia (GARCÍA LATORRE y GARCÍA LATORRE, 1996).
Por los motivos paisajísticos mencionados, será conveniente recurrir en la mayor parte de los casos a preparaciones puntuales del terreno. Como método adecuado a estos fines, destacaremos el ensayado por el ICONA en Murcia para el programa MEDALUS (MARTÍNEZ ARTERO & al., 1997), que además de ser puntual y por tanto permite evitar las alineaciones rectas, realiza un eficaz control de la escorrentía. Donde el porcentaje de escorrentía no hagan necesarios dicha preparación, o por conveniencia de un especial cuidado con el paisaje habrá que recurrir a hoyos de retroexcavadora o incluso al mero ahoyado con barrón o con azada. Sí resultará conveniente un desbroce puntual en el entorno de cada planta, especialmente de las especies con sistemas radicales someros y potentes (atocha).
Como método de implantación, pensamos que la siembra profunda con ayuda de tubos protectores (CARRERAS C & al, 1996) puede ser un sistema recomendable para la mayoría de las especies, si bien los resultados obtenidos en experiencias realizadas en la provincia, aunque prometedores, están en fase de ensayo. La siembra profunda permite superar algunos de los principales inconvenientes que han impedido el empleo de la siembra (ideal para conseguir pies vigorosos, sobre todo de especias con fuerte raíz pivotante) en condiciones de aridez. La fuerte reducción de las ayudas a la mejora de bosques en zonas rurales para las reforestaciones que se quieran realizar mediante siembra pueden ser un desincentivo para este método, que aunque más económico, requiere de todas formas un trabajo esmerado.
BIBLIOGRAFÍA
CARRERAS C, SÁNCHEZ HOYOS J, RECHE P, HERRERO D, NAVARRO A, NAVÍO JJ (1997): Siembras profundas con ayuda de tubos protectores. Resultado de ensayos comparativos de siembras y plantaciones bajo condiciones áridas en Vélez-Rubio. Actas del I Congreso Forestal Hispano Luso IRATI 97. Pamplona.
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