Juan Sebastián Fernández Prados y José María Muñoz Terrón |
Profesores Universitarios |
INTRODUCCIÓN
Dentro de la amplia oferta de asignaturas optativas del 2º Ciclo de la titulación de Ciencias Ambientales, la Ética y sociología del medio ambiente se presenta con la pretensión de poner al alcance de quienes cursan estos nuevos estudios la posibilidad de plantearse algunas cuestiones importantes que atañen al insoslayable carácter ético, social y político de los problemas medioambientales. Frente a posibles tentativas de reducir la preparación de los futuros profesionales del medio ambiente a una mera acumulación de conocimientos altamente especializados y técnicos en las más diversas ciencias de la naturaleza, la Ética y sociología del medio ambiente intentará mostrar la necesidad ineludible de plantear los problemas ambientales también desde las ciencias humanas y sociales.
A partir de aquí, consideramos que esta asignatura de Ética y sociología del medio ambiente tendría que abrir ese ámbito de conocimiento, de reflexión, de discusión y de enjuiciamiento de las cuestiones medioambientales, desde los diversos puntos de vista de los distintos saberes sociales y culturales. Esto significaría convertir la asignatura en el lugar donde se congreguen toda una serie de conocimientos y planteamientos, que pongan en contacto a los profesionales del medio ambiente en formación, con las reales preocupaciones ambientales de la gente, que les permita saber cómo percibe y conceptualiza la población los problemas ambientales, cómo son enfocados por los grupos ecologistas en su diversidad de posturas y planteamientos políticos, cómo empiezan a estar recogidos en los ordenamientos jurídicos, qué papel juegan en la confrontación política de los partidos y en la acción de los nuevos movimientos sociales desde la sociedad civil, qué influencia pueden estar teniendo las cuestiones medioambientales en la conformación de nuevas pautas sociales y culturales, qué incidencia tienen en la reflexión de los propios científicos sobre el papel de la ciencia y la técnica en el mundo actual, etc.
Partimos, pues, del convencimiento de que en la formación del experto en temas medioambientales juega un papel fundamental el abordaje de los problemas ambientales desde la antropología, la sociología, la psicología social, la ética, la política, la historia, etc. Son, sin lugar a dudas, demasiadas perspectivas diferentes, como para poder ser abordadas todas en los estrechos límites de una sola asignatura, una optativa de seis créditos concretamente, según lo previsto en el plan de estudios de la titulación de Ciencias Ambientales actualmente en vigor en la Universidad de Almería (B.O.E. nº11 de 07/05/96). De ahí que nos parezca lo más razonable, para empezar, atender a las perspectivas que sobre los problemas del medio ambiente puedan aportar las disciplinas a las que se nos encomienda esta asignatura en el plan de estudios: filosofía, sociología, antropología y psicología social. Más concretamente incluso, tendremos que centrarnos en los temas más propios de las respectivas Áreas de Conocimiento de los autores de ésta propuesta: filosofía y sociología.
Considerando que ha sido el movimiento ecologista el que, en las últimas décadas, ha conseguido poner en el centro mismo de las preocupaciones de nuestro mundo contemporáneo los problemas del medio ambiente, hemos creído conveniente, para elaborar nuestra propuesta de programa de esta asignatura de Ética y sociología del medio ambiente, partir de la exposición de algunas de las cuestiones de encrucijada (dilemas éticopolíticos) en las que creemos se encuentra actualmente dicho movimiento. Los estudios universitarios de Ciencias Ambientales han de hacer posible que el futuro profesional del medio ambiente se inserte con su trabajo en la compleja trama de relaciones humanas, sociales, históricas y políticas donde han llegado cobrar una importancia tan fundamental los problemas medioambientales. El experto en medio ambiente no puede limitarse a ser otro técnico especialista más que dictamine, p. ej., sobre el impacto ambiental de la implantación de una determinada industria, completamente al margen de la percepción humana, social, cultural y política que se tenga del asunto.
Creemos, pues, que entre los temas que han de entrar indispensablemente en el elenco de cuestiones de una asignatura como la Ética y sociología del medio ambiente que nos proponemos hacer, han de estar los siguientes: una reflexión sobre el papel social y político de la ciencia y la técnica en las actuales sociedades de la era post-industrial; una revisión crítica de nuestras teorías sobre la acción humana a partir del nuevo carácter que ésta adquiere con las inmensas posibilidades de la técnica moderna; un replanteamiento de las teorías éticas y políticas desde la problemática ampliación del ámbito objeto de respeto y de responsabilidad moral y jurídica a la naturaleza y el medio ambiente; una aproximación a los nuevos conceptos alternativos en lo cultural, lo social y lo político que se esbozan en la acción de los nuevos movimientos sociales, como el ecologista; una exposición de la imbricación entre problemas medioambientales y las demandas de soluciones y valoraciones de la opinión pública española...
En el convencimiento de que, si hay alguna asignatura en la titulación de Ciencias Ambientales que ha de abrirse al debate y la puesta de ideas en común, ésa es esta de la que hablamos, nos ha parecido este I Encuentro Medioambiental Almeriense el foro más adecuado para lanzar nuestra propuesta, como una invitación a los diferentes sectores sociales, económicos, culturales y políticos aquí presentes, implicados en el medio ambiente, para que presenten sugerencias de cuestiones y contenidos que, a su juicio, deberían ser tenidas en cuenta en la formación de los futuros expertos en medio ambiente.
1. DILEMAS ÉTICO-POLÍTICOS DEL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
El fenómeno emergente del movimiento ecologista
La primera constatación que nos encontramos al analizar el fenómeno de los movimientos ecologistas es la fuerte implantación desarrollada en los últimos decenios. Cualquiera que sea el ámbito geográfico tratado, podemos hallar organizaciones, asociaciones, coordinadoras, plataformas, etc. que de un modo u otro etiquetamos de ecologistas o ambientalistas. En el orden mundial los últimos foros alternativos convocados en distintos lugares del planeta y que han ido acompañado paralelamente a otros encuentros gubernamentales u oficiales, muestran la pujanza y fuerza de este nuevo movimiento social. Una de las manifestaciones más destacadas fue el gran Foro Global de las ONG´s reunidas en Río de Janeiro en 1992, donde unas 11.000 organizaciones representadas a través de más de 25.000 personas, pusieron el contrapunto a la Cumbre de la Tierra organizada por las Naciones Unidas en la misma ciudad brasileña. De proporciones menores fueron reuniones posteriores como el III Forum Ambiental del Mediterráneo (Barcelona, 1995), que también aportan la impresión y la firme realidad de un hecho incuestionable: el movimiento ecologista tiene una fuerte instauración mundial y una cada vez mayor organización y capacidad como movimiento social (Madueño, R. 1996: 63; Sosa, N. M. 1997: 271). Por otra parte, en nuestro contexto nacional, las cifras sobre el número de asociaciones muestran la importancia de este tipo de movimientos, ya que de las 187.741 organizaciones registradas por el Ministerio de Justicia e Interior, 5.265 correspondían en 1994 a las encuadradas en defensa de los animales y plantas o defensa del medio ambiente, de apenas una treintena activas en los años sesenta (CECS, 1995: 78). Pero, si es significativa la cantidad de asociaciones, lo es más aún el número de militantes o afiliados, que en el caso de España ronda las 100.000 personas, aunque lejos de los dos millones en Alemania (Varillas, B. 1997: 48). Hay que hacer aquí varias salvedades: la primera apunta hacia la idea de que no todas las asociaciones se deben considerar activas, puesto que el hecho de estar registrada no significa que desarrollen algún tipo de actividad; y, en segundo lugar, es conveniente recordar la concentración de militancia en algunos de estos grupos, aproximadamente una docena de organizaciones aglutinan el 90% de los afiliados en España.
De las muchas causas que se podrían enumerar para explicar este fenómeno, destacamos dos: el auge de la sociedad civil y los nuevos movimientos sociales, y el aumento de la conciencia social ecológica por la crisis desarrollista. En los últimos años, multitud de sociólogos y politólogos han detectado el retorno, auge o primacía de la sociedad civil a través de la aparición de los llamados nuevos movimientos sociales, que han constituido una nueva repolitización de las sociedades actuales, fundamentalmente, las occidentales (Pérez Díaz, V. 1993: 1975). El término nuevos movimientos sociales se incorpora recientemente al vocabulario de los científicos sociales a principios de los años ochenta de la mano de los sociólogos alemanes que propusieron como ejemplos, precisamente al movimiento ecologista, junto con los movimientos pacifista, feminista, y de derechos humanos. Se caracterizaban por desafiar el orden contemporáneo en distintos frentes: en el ideológico al abogar por un nuevo paradigma social que contrasta con el tipo de prioridades dominantes en las sociedades occidentales; en el estilo de acción política no convencional, basada en la acción directa; y en las estructuras organizativas por poner defender la toma de decisiones participativas y descentralizadas (Dalton, R. J. 1992: 22). El segundo factor causal, es una sociedad cada día más consciente y preocupada por la crisis ecológica desde las señales de alarma que provienen del campo científico. Como consecuencia de los esfuerzos de prognosis, en su mayoría bastante pesimistas, realizados por el Club de Roma titulados Los límites del crecimiento (1971) y Más allá de los límites (1992), Barney y su estudio Global 2000 (1982), Brundtland con su informe Nuestro futuro común (1987) etc.; los organismos supranacionales y estatales, los medios de comunicación y demás agentes con responsabilidad social o política han provocado que la ciudadanía se ocupe y preocupe cada vez más en temas ambientales. Dato revelador es que el 72% de la población española considere la conservación del medio ambiente como un problema inmediato y urgente según el estudio 2.209 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CECS, 1997: 207). Pero los movimientos ecologistas, no sólo son fruto del advenimiento y el resurgimiento de la sociedad civil o del aumento de la conciencia ecologista de la sociedad, sino que a su vez han contribuido con su presencia, estilo y fines a reforzar los mismos hechos sociales causales que lo provocaron.
El reciente desarrollo histórico del movimiento ecológico no está libre de una serie de escollos y tensiones entre distintos planteamientos que en determinadas circunstancias se han llegado a proponer como contrapuestos, dejando abiertos numerosos dilemas. Algunos de los que vamos a exponer son sobradamente conocidos pero, desgraciadamente, poco reflexionados y debatidos, no sólo por las propias organizaciones ecologistas, sino también por la misma sociedad que comparte los mismos valores y objetivos ambientalistas. El primer dilema, pone sobre el tapete de la discusión, la cuestión de si los fines defendidos por el movimiento ecologista son el albor de una nueva cultura o la fase efímera de una moda. El segundo dilema, plantea si las mediaciones políticas a utilizar deben encaminarse por senderos institucionales o es más aconsejable seguir la vía al margen de los cauces clásicos de participación como los partidos. El tercer dilema, abre una cuestión crucial, aunque en este caso más comentada, referida a cuál es la estrategia adecuada en la interacción sociedadnaturaleza, el proteccionismo a ultranza o el desarrollo sostenible y compatible con un armónico y respetuoso crecimiento económico. En cuarto lugar, esbozaremos el dilema ante el que se encontraría el movimiento ecologista con respecto a su postura frente al papel del saber científico en el debate de las cuestiones ambientales y la necesidad de extender el conocimiento para que sea posible un auténtico control democrático del desarrollo científico-técnico. Por último, nos referiremos, a las consecuencias que en clave política puedan derivarse del empuje de determinados planteamientos ecologistas radicales, que pretenderían por coherencia superar el antropocentrismo sobre el que se asientan, tanto la civilización científico-técnica como los sistemas políticos basados en la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Entre una nueva cultura o una moda pasajera
R. Inglehart afirma que en el seno de las sociedades avanzadas se está produciendo un cambio cultural, una revolución silenciosa, que apunta a una sociedad denominada por este profesor de sociología de Michigan como "post-materialista". Esta nueva sociedad se caracterizaría por estar sustentada en valores o bienes inmateriales, como la participación política y la calidad de vida, más que en bienes materiales como el crecimiento económico y la seguridad física. Desde esta transformación demuestra que la dimensión materialista/post-materialista ha jugado un papel crucial en el surgimiento de nuevos movimientos sociales como es el caso del ecologista (Inglehart, R. 1991: 421). Es decir, además de los problemas objetivos y reales que motivaron la aparición de la respuesta organizada y asociada del ecologismo, existe una nueva cultura, cada vez más asentada en las sociedades industriales avanzadas, que está coadyuvando, también, a respaldar al movimiento ecologista. A pesar de las críticas vertidas desde las mismas líneas del ambientalismo a las tesis de Inglehart por ser poco explicativas (Riechmann, J. y Fernández Buey, F. 1995: 30), se enfrenta de un modo singular a la idea de considerar el movimiento ecologista o a lo verde como una moda pasajera, coyuntural, tal y como algunos medios de comunicación pretenden mostrar.
Entre las mediaciones clásicas de participación política o las vías no-institucionalizadas
Offe presenta los nuevos movimientos sociales como cuestionadores de la vieja política tanto en su nivel ideológico y de planteamientos teóricos como por sus formas de actuar. En el paradigma clásico de la política, el capitalismo respalda el modelo de crecimiento económico y el sistema de partidos la democracia representativa, completado con un mecanismo auto-regulador en la post-guerra que fue el Estado de Bienestar garantizador de la estabilidad, la seguridad y de la ausencia de conflictos. Uno de los efectos perversos fue la minusvaloración de la participación política y la vida pública, recluidas en unas instituciones como los partidos de clase y sindicatos frente a la ciudadanía enclaustrada en la vida privada y en el consumo que se le mostraba como señuelo. El nuevo paradigma de la política alimenta nuevos contenidos y valores, relanza al protagonismo a actores olvidados y, sobre todo, presenta un modo de actuar distinto, caracterizado este último, por su extremada informalidad y discontinuidad, y por su forma de presencia externa a través de grandes movilizaciones que pretenden la sensibilización y la conciencia ciudadana (Offe, C. 1988: 178). En el caso del movimiento ecologista, el paso a transformarse en partido político significa una vuelta a los cauces clásicos de acción política, a pesar de definirse como un partido alternativo y progresista (Sosa, N. M. 1996:170). Esta decisión se desmarca de los nuevos movimientos sociales que, por definición, siempre han optado por una participación política no-institucional, entre otros motivos para no caer en el discurso anti-político de los profesionales llenos de pragmatismo e intereses faccionarios y ausentes de cualquier atención a la ciudadanía.
Entre el proteccionismoconservacionismo o el desarrollo sostenible
Sosa, aun reconociendo la diversidad, complejidad, e incluso la heterogeneidad del movimiento ecologista, detecta una importante evolución hacia la confluencia, en su breve historia. A pesar de esta tendencia, distingue entre, por una parte, aquellos grupos y colectivos movidos por la defensa del medio ambiente que denomina preservacionistas, conservacionistas, naturalistas o ambientalistas, y por otra, los del ecologismo radical preocupados en denunciar que es imposible un desarrollo sostenible si no se cambia sustancialmente el modelo desarrollista (Sosa, N. M. 1997: 294). Esta clasificación nos ofrece la perspectiva de dos puntos de vista, uno ensimismado en los problemas ambientales, de los cuales es incapaz de salir y que le lleva a posiciones individualistas y a salirse del sistema, y otro abierto a analizar, problematizar y proponer las vinculaciones entre la sociedad-cultura y la naturaleza, que desde posiciones críticas exige un cambio de sistema y de sociedad.
Entre las discusiones de expertos y la necesidad de un debate público universal.
Por una parte, por la complejidad de las situaciones analizadas, la multiplicidad de factores implicados y las intrincadas interrelaciones entre causas y consecuencias, participar en la discusión de determinados problemas ambientales, incluso en el ámbito local, exige un nivel de conocimientos considerable, al que difícilmente puede tener acceso una gran parte de la población, aun en las sociedades más fuertemente configuradas por los saberes científicos y por la civilización tecnológica. Nos encontramos aquí con una de las más hirientes paradojas en las que ha desembocado la moderna Ilustración. El saber y la ciencia, de las que se esperaba que, mediante la crítica de la superstición y de la ideología, contribuyesen a la emancipación y el mutuo entendimiento universal entre los humanos, se han convertido cada vez más en una jerga esotérica de especialistas. Es cierto que, paralelamente a esta evolución, se ha dado también la tendencia a traducir lo fundamental de estos saberes al lenguaje cotidiano en los niveles más básicos de la enseñanza y mediante la divulgación científica a través de los, también cada vez más importantes, medios de comunicación. Es aquí donde el movimiento ecologista ha tenido que llevar a cabo una tarea importante de presentación de los problemas ambientales de un modo lo bastante sencillo como para permitir la concienciación y la participación de un público no experto en el debate ecológico, evitando, sin embargo, la simplificación que acarrearía sólo la fácil descalificación de los argumentos ecologistas por parte de los expertos de turno.
Por otra parte, el grado de complejidad de los problemas ambientales está llegando a ser tal que ni los propios saberes científicos parecen encontrarse a veces en condiciones de dar cuenta de lo que está pasando a escala planetaria. En este caso, el peligro se presenta en la forma de defensas del medio ambiente que apelan a motivos y referentes espiritualistas que tienden también a sustraer los problemas a una discusión pública argumentada. Pues, frente a una ciencia que empieza a mostrarse incapaz de sostener su propia mitificación como saber capaz de explicarlo y controlarlo todo, la vuelta al re-encantamiento del mundo, aparece como una tentación fácil en la actual coyuntura de crisis ecológica a la que nos ha conducido este desarrollo concreto del proyecto de la Modernidad.
Este dilema, por tanto, se podría formular así: ¿A qué dar prioridad? ¿A la discusión en el ámbito de los expertos, tratando de ganarles la batalla en su propio terreno, pero con el peligro de convertir al movimiento ecologista en una nueva élite técnico-política, que discute con los tecnócratas de las grandes empresas y de los Estados, ante un público que cada vez entiende menos, aunque pueda simpatizar emocionalmente más o menos con una causa u otra, pero que no puede hacerse cargo de la complejidad de lo que está en juego? ¿O se ha de dar prioridad a la labor de explicación a los ciudadanos de los hechos en discusión, para que puedan participar de manera consciente en el debate de cuestiones que a menudo les atañen de manera muy vital, y no confiar solamente en la reacción ante determinadas amenazas más o menos concretas que puedan movilizar a la opinión pública y ceder terreno a apelaciones a la defensa del medio ambiente de carácter menos racional? En otras palabras, un control democrático del desarrollo científico-técnico exige "ilustración" sobre lo que se está discutiendo, y en esto el papel del movimiento ecologista nos parece insustituible. (Cfr. Maestre, A. 1994: 175-217).
Entre la nostalgia del "hombre apegado a la tierra" y la búsqueda de nuevas formas de emancipación
En cuanto a las categorías políticas desde las que entender el sentido del movimiento ecologista, las mayores dificultades se presentan ante las tendencias conocidas como ecología profunda, que pretenderían pasar por ser el ala más radical y consecuente del movimiento ecologista. Estos planteamientos que, considerando al ser humano como único animal "inadaptado", ponen en el centro de la ética y la política ecológicas a la ecoesfera o biosfera, hacen gala a veces de una crítica sin paliativos al antropocentrismo moderno, como causante de todos los males del planeta, que, desde cierto antihumanismo más teórico que práctico, encuentra eco en las críticas conservadoras y neoconservadoras de la Modernidad, e incluso sorprendentes coincidencias con algunas expresiones ideológicas y políticas del fascismo en los años treinta, como ha mostrado Luc Ferry (1994). Si la modernización ha supuesto el definitivo distanciamiento del ser humano con respecto a su dependencia de la naturaleza, aún al precio de un cierto desarraigo, las posturas ecocéntricas o biocéntricas destilan una nostalgia por el mito de unos seres humanos plenamente integrados en su medio natural, que parece dispuesto a arrojar, junto con las aguas sucias del barreño de la moderna civilización científico-técnica, también al niño de la libertad y la democracia que inevitablemente descansan sobre la también moderna conciencia antropocéntrica.
En cualquier caso, las reivindicaciones del movimiento ecologista, como se ha ido mostrando en la exposición de los dilemas anteriores, son expresión también de nuevas energías utópicas y de la búsqueda de horizontes más amplios de emancipación que, criticando la relación exclusiva del ser humano con la naturaleza como fuente de recursos para los sistemas de producción, consumo y beneficio, trata de extender su reconocimiento de lo diferente, no sólo a las otras especies animales y vegetales, por cuya suerte el ser humano es capaz de interesarse, y no a la inversa, sino incluso al propio medio natural inerte.
En definitiva, estos dilemas ante los que se encuentra hoy el movimiento ecologista lo colocan, a nuestro parecer, en el centro mismo de la actual encrucijada de una Modernidad que a fuerza de reflexiva y autocrítica consigo misma tiene que revisar en profundidad sus planteamientos.
2. PROPUESTA DE PROGRAMA DE LA ASIGNATURA
En función de todo lo anteriormente expuesto ésta es la propuesta que presentamos de temario, metodología y sistema de evaluación de la asignatura Ética y sociología del medio ambiente en la titulación de Ciencias Ambientales en la Universidad de Almería.
Temario
Clases teóricas:
1. Ciencia, técnica, naturaleza, cultura y sociedad en el mundo contemporáneo.
2. El nuevo carácter de la acción humana y la ampliación del horizonte de lo moral a la naturaleza.
3. Los límites de la ética antropocéntrica y las nuevas dimensiones de la responsabilidad.
4. Sociología y medio ambiente. Análisis sociológico de los problemas medioambientales: la situación mundial, europea y española.
5. Percepción de los problemas medioambientales y respuesta ciudadana: la opinión pública y los movimientos ecologistas.
6. Metodología y técnicas de investigación en ciencias sociales: Aplicaciones prácticas a las relaciones entre medio ambiente y sociedad.
Clases prácticas:
Discusión, a partir de las claves aportadas en la parte teórica, de los aspectos éticos, sociales y políticos de problemas medioambientales concretos, a ser posible conocidos de primera mano.
METODOLOGÍA Y SISTEMA DE EVALUACIÓN
El desarrollo de los temas de teoría se llevará a cabo mediante exposición en clase por parte del profesor/es. Las clases prácticas se organizarán en forma de seminario con participación activa de los estudiantes. La evaluación constará de dos partes: 1ª) una prueba escrita en la que se deberán exponer algunos de los epígrafes de los temas tratados en las clases teóricas (60% de la calificación final) y 2ª) una memoria de las discusiones y comentarios realizados en las clases prácticas (40% de la calificación final).
BIBLIOGRAFÍA
CECS (1995) España 1994 una interpretación de su realidad social, Madrid, Fundación Encuentro.
CECS (1997) Informe España 1996 una interpretación de su realidad social, Madrid, Fundación Encuentro.
Dalton, R. J. Y Kuechler, M. (1992) Los nuevos movimientos sociales, Valencia, Edicions Alfons el Magnánim.
Ferry, L. (1994) El nuevo orden ecológico. El árbol, el animal y el hombre, Barcelona, Tusquets.
Inglehart, R. (1991) El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas, Madrid, CIS.
Madueño, R. (1996) Los foros alternativos: Participación y propuestas del movimiento ambientalista, en Documentación Social nº 102, pp. 53-70.
Maestre, A. (1994), El poder en vilo. En favor de la política, Madrid, Tecnos.
Offe, C. (1988) Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Madrid, Editorial Sistema.
Pérez Díaz, V. (1993) La primacía de la sociedad civil, Madrid, Alianza Editorial.
Riechmann, J. y Fernández Buey, F. (1995) Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales, Barcelona, Paidós.
Sosa, N. M. y Barrio Juárez, F. A. (1996) Verdes, en Mardones, J. M. (Dir.) 10 palabras clave sobre movimientos sociales, Navarra, Verbo Divino.
Sosa, N. M. (1997) Ética ecológica y movimientos sociales, en Ballesteros, J. y Pérez Adán, J. (1997) Sociedad y medio ambiente, Madrid, Trotta.
Varillas, B. (1997) El movimiento asociativo ecológico, en Temas nº 27, pp. 44-49.