Gabriel Galdeano Salmerón |
Grupo Ecologista Mediterraneo |
La agricultura intensiva ha transformado en un plazo relativamente corto la imagen del Campo almeriense, en los últimos cuarenta años la transformación ha sido espectacular debido a la agricultura bajo plástico, que ha conseguido situar la renta agraria provincial en el segundo lugar de Andalucía.
Además la agricultura bajo plástico ha supuesto la aparición de un nuevo tipo de campesinado, aunque más que de campesino, en los últimos tiempos se debería hablar de un empresario gestor.
Las explotaciones, aunque por su extensión deben de ser consideradas pequeñas, en raras ocasiones superan las cinco Has, situandose en su mayoría en torno a las dos, tienen una elevada productividad y rentabilidad.
La inversión para poner una Ha en producción bajo plástico está en torno a los 33 millones de ptas, lo que dificulta la aparición de nuevos campesinos, a no ser que se trate de hijos de estos y que reciban como legado de su padre la tierra y los capitales necesarios para ponerla en producción. Un individuo que sin un capital considerable, aspirase a convertirse en campesino tendría problemas, ya que aunque pudiese conseguir prestamos para tener el capital inicial necesario, las amortizaciones e intereses harían difícilmente viable la explotación.
De todas formas, el mercado de tierras en las zonas de agricultura intensiva está en constante movimiento, siendo muy abundantes las transacciones, ya sea de gente que aumenta la superficie de sus explotaciones, o de campesinos que se arruinan y venden sus propiedades.
La rentabilidad de los cultivos de hortalizas en la provincia es bastante elevada, aunque no tanto como parece a primera vista. Si bien es cierto que un campesino mueve varios millones de ptas por Ha en cada cosecha, la rentabilidad económica, considerando la depreciación de la moneda por la inflación, en los últimos años está sometida a constantes altibajos, aunque en los tres últimos años ha tenido un aumento considerable como se refleja en el cuadro siguiente. Solamente en el último año se han superado los valores de la producción de hace diez años.
Valor de la producción de Hortalizas en Almería (1975-1986)
Año |
Superficie Has |
Valor producción mill. de ptas |
Ptas/Ha |
Ptas/Ha de 1975 |
1975 |
24.312 |
8.981,26 |
369.416,75 |
369.416,75 |
1976 |
26.968 |
12.140,87 |
450.195,42 |
382.666,11 |
1977 |
26.767 |
18.515,68 |
691.735,35 |
472.455,24 |
1978 |
27.153 |
23.009,40 |
847.398,08 |
483.016,91 |
1979 |
27.844 |
21.109,95 |
758.150,77 |
373.768,33 |
1980 |
28.469 |
23.115,94 |
811.968,81 |
345.898,71 |
1981 |
28.329 |
32.150,81 |
1.134.908,04 |
422.185,79 |
1982 |
28.875 |
33.194,85 |
1.149.605,19 |
373.621,69 |
1983 |
29.319 |
42.597,47 |
1.452.896,42 |
421.339,96 |
1984 |
29.460 |
46.142,28 |
1.566.268,84 |
407.229,90 |
1985 |
27.559 |
45.158,50 |
1.638.611,71 |
391.628,20 |
1986 |
30.102 |
43.060,35 |
1.430.481,36 |
314.705,90 |
1987 |
31.197 |
51.232,17 |
1.642.214,64 |
343.222,86 |
1988 |
31.293 |
62.466,40 |
1.996.178,06 |
397.239,43 |
1989 |
35.569 |
73.263,80 |
2.059.765,53 |
385.176,15 |
1990 |
37.495 |
78.193,70 |
2.085.443,39 |
364.952,59 |
1991 |
37.297 |
78.422,90 |
2.102.659,73 |
349.041,52 |
1992 |
35.426 |
80.653,40 |
2.276.672,50 |
355.160,91 |
1993 |
36.460 |
81.629,40 |
2.238.875,48 |
333.592,42 |
1994 |
37.186 |
123.096,64 |
3.310.295,27 |
473.372,27 |
1995 |
38.470 |
134.621,05 |
3.499.377,44 |
461.917,82 |
1996 |
40.117 |
175.559,22 |
4.376.180,17 |
568.903,42 |
Fuente: Ministerio y Consejería de Agricultura
Las cifras globales se refieren al valor de la producción de todas las hortalizas, no solamente a la de los invernaderos, pero pueden servir para hacernos a la idea de la fluctuación del valor de las producciones.
Estos datos reflejan la realidad solamente a medias ya que los precios pagados al agricultor han subido, pero los costes de producción lo han hecho en mayor medida. Abonos, pesticidas, mano de obra, etc. juegan un papel cada vez mayor en los costes de producción. Tradicionalmente la mano de obra de los invernaderos era familiar, por lo que no se retribuía, sin embargo en la actualidad, es necesario recurrir a la mano de obra asalariada para poder mantener la producción, lo que eleva considerablemente los costes, y tiene como consecuencia que el campesino actúe como empresario, encargandose de la adquisición de los productos necesarios para el funcionamiento de su empresa (invernadero), de estar al tanto de los precios del mercado, etc., apenas dedicandose ya al trabajo directo en las labores agrícolas.
Esta transformación del campesino en gestor, supone que la extensión de cultivo que puede llevar una persona se amplíe considerablemente, ya que estamos cambiando de modelo. Ya no son pequeñas explotaciones que se llevan con el trabajo familiar, sino empresas agrarias que dependen, cada vez más de trabajo asalariado. Por lo que los costes de producción no aumentan con la superficie, sino que al contrario disminuyen, ya que montar un sistema de riego por goteo, o la adquisición de un sistema informático para la explotación, no aumentan su coste en proporción directa con la superficie, es decir no cuesta el doble montar un sistema como el de estos ejemplos para el doble de superficie, sino solamente un poco más. Esto está suponiendo que los empresarios que poseen los medios económicos necesarios para ello, estén ampliando sus explotaciones. En la actualidad se podría decir que una Ha de invernadero permite a una familia obtener una renta suficiente para poder vivir bien, pero no la suficiente como para crecer. Las explotaciones de dos Has o más son las que pueden aumentar de tamaño, y por lo tanto incrementar sus beneficios.
La rentabilidad de los productos de los invernaderos depende en gran medida de los precios del mercado, y el funcionamiento de este depende de tal cantidad de factores que es prácticamente imposible determinar cual va a ser su funcionamiento futuro. La elección de los cultivos por parte del agricultor, es una especie de lotería, que unos años sale bien y otros no, aunque los beneficios de los años buenos compensan los de los malos. Factores tales como la climatología, las modas, gustos, etc., pueden suponer que un producto alcance una alta cotización, o que apenas se alcance para costear los costes de producción. El empresario agrícola, al decidir cual va a ser su cosecha lo hace según su experiencia, pero el azar juega un papel muy importante. Ya que se trata de una agricultura especulativa, orientada sobre todo a mercados exteriores, se deberían de tomar medidas para que esta incertidumbre se redujese y posibilitar que la toma de decisiones en torno a lo que se va a producir pudiese ser tomada con un mayor conocimiento de la posible demanda y cotización de la producción.
La rentabilidad es fundamental para cualquier actividad económica, incluyendo la agrícola, si el empresario no obtiene los beneficios que espera, cierra la empresa y dedica su capital a otra actividad.
Por lo tanto cualquier factor que permita mantener o aumentar la rentabilidad de los cultivos es importante, para esto resulta fundamental que los costes de producción no aumenten, o que en caso de que lo hagan, que el precio obtenido por los productos suba, al menos, en la misma medida. La experiencia demuestra que los costes de producción aumentan en mayor medida que los precios de los productos. Elementos básicos como semillas, abonos, pesticidas, plásticos, mano de obra, etc., han experimentado subidas considerables en los últimos años. Si bien es cierto que el valor de la producción también lo ha hecho, parece que el valor de ésta, está sometido a ciclos, por lo que se trataría en última instancia de reducir o mantener los costes de producción para asegurar la viabilidad de las explotaciones.
Los últimos cuatro años han sido bastante buenos, y esto ha llevado a algunos, a olvidar que el mercado antes o después acaba ajustando los precios y, a pensar que se puede pagar cualquier precio por materias primas, como por ejemplo el agua para el agricultor, olvidando que el incremento en el coste de esta tendrá una repercusión inmediata sobre el del producto (las hortalizas son agua en su mayor parte). El agua se esta pagando por termino medio en el Campo de Dalías a 25 ptas metro cúbico en la parcela, los agricultores que se vean obligados a pagarla por encima de este precio tendrán menos margen de maniobra, y cualquier crisis les afectará en mayor medida, por lo que técnicas como la desalación de aguas marinas no son tan aconsejables como parecen por el elevado precio que hay que pagar por ele agua. El agua es un factor limitativo, y es algo que hay que tener en cuenta. La tecnología actual permite la obtención de agua siempre que se este dispuesto a pagar un precio, por lo que lo primero que hay que plantearse es si ese precio se puede pagar. Otro problema que deberíamos de plantearnos, además del tema del agua, es si es conveniente aumentar la superficie invernada provincial, ya que de seguir la tendencia del último año corremos el riesgo de generar una oferta difícilmente asumible por los mercados con la consiguiente caída de los precios.
Además de los problemas anteriores, hay otros que afectan a la agricultura de invernaderos.
El tema de los residuos de fitosanitarios en los productos, del que últimamente no se habla y por lo tanto parece solucionado, es un problema en los mercados exteriores, en los que se sigue detectando, y que ya se encarga de airear la competencia internacional. Las experiencias de lucha integrada contra plagas, que suponen una mejor utilización de los productos fitosanitarios esta teniendo éxito, pero aún no se ha extendido por todo el campo como sería de desear.
Otro problema como el del abonado, apenas si se toca. Al igual que se realiza una lucha integral contra las plagas, se deberían de buscar sistemas de abonado integral, que a corto y medio plazo permitan reducir los efectos de las prácticas de abonado actuales que tienen una gran incidencia sobre el suelo y la calidad de las aguas subterráneas que están contaminadas por restos de abonos.
La imagen del campo, que si bien ha mejorado en los últimos años en algunos municipios, aún deja mucho que desear. Es necesario mejorar la calidad y la imagen de los productos, y la peor propaganda que podemos hacer es el estado de las zonas de invernaderos, en las que los plásticos, restos de cosechas, sacos de sustratos, envases, etc., están desperdigados por todos lados, y ofrecen una imagen de suciedad que afecta a la de lo que se produce en estos lugares. Sería necesario que la Administración a todos los niveles, al igual que realiza planes de ordenación territorial y de higiene rural, realizase planes para la ordenación de cultivos, en el sentido de asegurarse de que las zonas de invernaderos pudiesen contar con las infraestructuras necesarias, tales como abastecimiento eléctrico, acceso rodado,... , y recogida de basuras.