Antonio Gil Albarracín |
Doctor en Historia |
Pocos discutirían el concepto de arquitectura popular, normalmente coincidente en el ámbito mediterráneo con la que aparece en un entorno tradicional, aunque serían muchos los que establecerían un debate acerca de los límites que comprende dicho concepto.
No obstante, a falta de espacio para una exposición más extensa, podemos establecer que la arquitectura popular está compuesta esencialmente por edificios en los que no priman criterios estilísticos, ligada normalmente a espacios rurales, aunque pueda aparecer en núcleos urbanos, donde su presencia en la actualidad es marginal; en realidad se trata de una solución preindustrial realizada por artesanos especialistas a partir de ciertos modelos establecidos y normalmente con la participación de los clientes que utilizan la obra resultante.
La arquitectura popular, como cualquier fenómeno humano, es el resultado de la interacción e influencia de numerosas variables, y de la acción de varias generaciones que han aportado sus conocimientos y experiencias para responder a cada una de las necesidades que los edificios plantean con las posibilidades que se encuentran al alcance de los usuarios de los mismos.
Otra aclaración preliminar, el concepto que empleamos de arquitectura popular se ha de entender en un sentido extenso que incluye la vivienda, las instalaciones económicas anexas, imprescindibles para su existencia, en su caso las instalaciones y depósitos para la obtención y almacenaje de agua, los dispositivos necesarios para el adecuado tratamiento del cereal, de la aceituna o para la obtención de vino, o los edificios religiosos que a menudo coronan hitos inmediatos a las poblaciones que los han erigido.
Asimismo cabe incluir en este ámbito el modelado del paisaje, con su escalonamiento en bancales o con la oposición regadío secano cuya línea de separación suele ser la acequia que marca la diferencia entre el verde del oasis y los distintos tonos de la tierra desnuda que, en zona donde la climatología lo impide, no se puede emplear ni en cultivos de secano.
El hecho de que la provincia de Almería, espacio al que se circunscribe este documento de trabajo, haya tenido una compleja historia que la ha convertido desde la prehistoria en confín mediterráneo al que han arribado pueblos orientales y occidentales, cristianos y musulmanes, africanos y europeos, aportando cada uno, con mayor o menor intensidad, su concepto diferente del espacio y, en definitiva, su cultura, ha influido sin duda en diverso grado en la arquitectura popular de la zona.
No se debe de caer en el tópico tan corriente de la Almería subdesértica como único panorama que predomina en su geografía; el proceso de destrucción de la masa forestal que cubría buena parte del territorio almeriense es el resultado de una actuación humana secular irresponsable que ateniéndose al criterio miope de beneficio de hoy y hambre para mañana abrió su geografía a un proceso de desertización que avanza preocupantemente y exigirá de un esfuerzo gigantesco para frenar su avance y restañar sus efectos, a veces irreversibles.
También debe de estar relacionado con su historia, entre otros factores, el hecho de que el territorio almeriense presente tres tipos diferentes de soluciones populares que hace años denominé como:
- Arquitectura del litoral.
- Arquitectura del interior.
- Arquitectura de montaña.
Dichas tipologías, con sus matices, que también se fijaron en aquella ocasión, constituyen una síntesis de la arquitectura popular mediterránea, al incluir en el solar almeriense la mayoría de las soluciones que aparecen en las orillas de un mar que tradicionalmente ha servido como vía de culturas.
En definitiva, no existe una arquitectura específicamente almeriense y son diversas las tipologías arquitectónicas presentes en el solar de la provincia, sin que el límite establecido en 1833 para delimitar la parte oriental del reino de Granada, suponga límite etnográfico alguno, puesto que las mismas superan sin perímetro, sin matiz alguno que las diferencie. En definitiva Almería y las zonas aledañas ofrecen una síntesis de soluciones arquitectónicas que reflejan modelos y tradiciones populares presentes en toda la cuenca mediterránea, siendo en el espacio almeriense, en comparación con otros estudiados, donde aparecen representados mayor número de modelos.
En definitiva, no se debe de olvidar que la construcción popular es un elemento infraestructural directamente derivado de la tradición que cualquier comunidad respeta por suponer en conjunto una concepción común de vida y una jerarquía de valores aceptada, lo cual da lugar a un modelo a asumir de casa con escasa variación y número de tipos en cada zona. Las mutaciones de los modelos o de los tipos suele responder a cambios en dicha concepción o variaciones en el código de valores, normalmente producto de cambios en el modo de producción o al menos en la tecnología disponible.
Esta arquitectura popular, basada en las condiciones que proporcionaba el entorno y construida con los materiales que proporcionaba el mismo, estuvo vigente en zonas agrarias almerienses hasta mediados del siglo XX en que la llegada de materiales industriales y de nuevas tecnologías constructivas, mucho más baratas, efectivas y seguras que las empleadas hasta entonces, supuso el principio del fin de unas soluciones autárquicas que hundían su origen en el pasado.
A nivel general cabe destacar como hechos que han incidido negativamente sobre la arquitectura popular los siguientes:
- La minería implantada básicamente a lo largo del siglo XIX, su existencia anterior carece de incidencia sobre el fenómeno que se trata en este documento, sufrió una gravísima crisis en la primera década del siglo XX, ligada a la evolución de los mercados internacionales de metales, que obligó al cierre de buen número de explotaciones y desencadenó un movimiento migratorio que supuso el abandono de buena parte de los edificios que empleaban para su habitación.
- La ruina de la agricultura tradicional de los campos almerienses que, carente de cauces de comercialización, ha venido sufriendo a partir de mediados del siglo XX una erosión progresiva que la ha convertido en muchos casos en antieconómica y a menudo ha sido simplemente abandonada, sin que los intentos de relanzar una agricultura ecológica hayan tenido incidencia significativa hasta ahora que quiebre dicha tendencia; su consecuencia fue una intensísima corriente migratoria que, carente de trabajo del que obtener sus recursos, lo buscó lejos de su lugar de origen en Alemania, Cataluña, Madrid o, posteriormente en los cultivos forzados que comenzaban a instalarse en Níjar, Roquetas, El Ejido o Adra. Dicho fenómeno supuso el abandono el buen número de cortijos y aldeas del interior almeriense, especialmente de las zonas serranas que, en muchos casos, quedaron completamente abandonados y en otros con una población mermada y envejecida.
Además la citada ruina de la agricultura tradicional, unida a la presión urbana de la ciudad próxima, como ocurre en el bajo valle del Andarax, ha dado lugar a una presión inmobiliaria, que ha provocado la recalificación de terrenos agrarios para atender los usos urbanos que exige la demanda creciente, introduciendo bárbaros volúmenes de edificación que destruyen la imagen tradicional de núcleos que quedan irreversiblemente masificados o, más grave aún, la sustitución de los cultivos por urbanizaciones, ínfimas y de mala calidad que, junto al abandono de tierras que han dejado de cultivarse y, en algunos casos, han sido incorporadas al cauce de los ríos o ramblas de los que habían sido ganados, han degradado brutalmente la imagen de un valle que se había formado al menos durante los últimos siglos. En dicha situación la arquitectura popular, cuando no ha sido destruida, ha quedado confinada a islotes descontextualizados que probablemente irán desapareciendo, salvo excepciones, con el paso del tiempo.
- Paralelamente ha surgido en Almería, fundamentalmente en zonas próximas al litoral, una agricultura moderna, competitiva y dinámica que desarrolla sus cultivos, con el apoyo de avanzada tecnología, bajo plásticos y que se ha convertido en uno de los sólidos pilares del despegue económico de Almería, sin embargo el espacio donde la misma se ha implantado ha roto radicalmente con la imagen tradicional del paisaje agrario y de su arquitectura, dando lugar a unos mares de plástico que nada tienen que ver con las imágenes proporcionadas por colonizaciones agrícolas desarrolladas hasta fechas relativamente recientes.
- Aunque la costa de Almería, fundamentalmente por su aislamiento tradicional y por decisiones particulares que son suficientemente conocidas, es una de las más liberadas del litoral español del cinturón de cemento que la degrada y, a menudo ha erradicado su arquitectura popular, también aparecen ejemplos lamentables de destrucciones entre los cuales el caso más notable sea probablemente el de Mojácar del que se conservan imágenes de su carácter excepcional, hoy prácticamente irreconocible a causa de la alteración introducida por volúmenes impropios que pretendieron convertir su solar con un trasunto de Torremolinos o Benidorm, que tan de moda estuvieron en como ejemplos de desarrollismo turístico hace unas décadas. Los intereses inmobiliarios continúan presionando el resto del litoral almeriense, amenazando la arquitectura popular y la calidad paisajística que aún se conserva en el mismo, hecho que debería de ser evitado a cualquier precio.
- También han incidido con carácter localizado en la destrucción de la arquitectura popular la creación de nuevas infraestructuras como carreteras, autovías y pantanos; probablemente la destrucción de mayor gravedad haya sido la de Benínar, núcleo singular de la Alpujarra, sobre cuyas características trataremos posteriormente, por quedar en el vaso del pantano homónimo; es evidente que la prioridad de las comunicaciones y la precisión de saciar las necesidades hídricas de una tierra sedienta tienen sus costos, que desgraciadamente también exigen a veces la destrucción de excelentes ejemplos de arquitectura tradicional.
- Finalmente cabe señalar como otra de las causas del deterioro de la arquitectura popular la propia iniciativa privada que, frente a ejemplos excepcionales destacables, asocia dicho patrimonio a un pasado de penuria que a menudo quiere olvidar y, en cuanto puede, lo arrasa para sustituirlo por modelos constructivos a menudo escasamente adecuados a su función y ubicación. La falta de aprecio hacia dicha arquitectura en algunas mentalidades, que identifican en ella penurias pasadas, probablemente por falta de un nivel cultural, que aún no se encuentra a la altura del desarrollo económico alcanzado por la provincia, no ha sido sustituida, por la conciencia de conservación de esta arquitectura que impera en otras zonas de España y de Europa que hace años alcanzaron dicha madurez.
En ese proceso que se ha señalado a nivel general ha habido actuaciones que rebasan ampliamente el ámbito privado, citemos algunos ejemplos que muestran la irresponsabilidad o al menos al frivolidad de las administraciones públicas en estas actuaciones.
Uno de los ejemplos más llamativos del desprecio por el patrimonio popular es el ocurrido en los campos de Níjar con el aljibe Bermejo, identificado como edificio de fábrica romana, una excavación posterior, probablemente mal ejecutada, aseguró que al menos era medieval, en cualquier caso uno de los más antiguos conservados en dicho ámbito geográfico y modelo de muchos posteriores; una década después de haber sido incoado expediente para su declaración monumental y encontrándose por tanto bajo la protección de la legislación vigente, la administración municipal promovió la ocupación del entorno inmediato del edificio, incluyendo su sestero, para convertirlo en un basurero de plásticos, seguramente camuflado bajo el nombre de planta de reciclado o similar; en dicha actuación, que al parecer fue aprobada por la comisión provincial correspondiente, se procedió a sitiar el aljibe con una valla metálica, que tras la denuncia del hecho se ha retranqueado algunos metros, y ha anulado el canal de alimentación que había mantenido funcionalmente activo el edificio hasta época reciente.
Dicha barbaridad, probablemente delictiva, fue realizada, al parecer, porque en más de una década no se había realizado la delimitación del espacio en torno al edificio de referencia sobre el que recaía la incoación; pero además el aljibe Bermejo es un conocido abrevadero comunal de ganado, situado junto a la cañada de Vera, cuya existencia está registrada tradicionalmente por las ordenanzas municipales de Níjar y es conocida por toda la población de la zona, quedando por tanto bajo la protección de la legislación que preserva su propiedad y bloquea cualquier tipo de enajenación que lo anule o dificulte. La realidad ha demostrado que no hay legislación, por imperativa que sea, que pueda proteger el patrimonio frente a la voluntad manifiesta de acabar con el mismo, aliada con la ignorancia irresponsable con la que muchos políticos adoptan algunas decisiones cuyas consecuencias son irreversibles y el desinterés por preservar un patrimonio que muestran muchos responsables del mismo que, carentes de una asesoría adecuada, con sus decisiones muestran su desconocimiento de aquello que excepcionalmente preservan y normalmente erosionan y, a veces, destruyen.
En definitiva, a pesar de haber puesto el increíble atentado contra el aljibe Bermejo en conocimiento de autoridades municipales, provinciales y autonómicas, así como de grupos ecologistas y colectivos ciudadanos, no tengo noticia de que se haya avanzado ningún paso para restituir el daño causado, devolviendo el entorno del edificio a la situación anterior a dicho disparate, y exigir, en su caso, las correspondientes responsabilidades a aquellos que hayan cometido semejante tropelía contra el patrimonio público.
También llama la atención en los mismos campos de Níjar el estado en que se encuentra el cortijo del Fraile, de notable antigüedad, uno más de los excelentes edificios que colonizaron dicho terrazgo; además éste destacó notablemente sobre los restantes por el hecho de haberse producido en sus inmediaciones el crimen que inspiraría a Federico García Lorca su drama Bodas de sangre, hecho que le ha dado una proyección internacional; sin embargo, a pesar del indudable interés que el edificio, sus instalaciones, aljibes y el terrazgo que ocupa, muestra de gran explotación agraria de la zona, además de otras virtudes, han sufrido una degradación progresiva que lo aboca, de forma casi irreversible, hacia la ruina, sin que su mención como edificio de especial interés por sus valores arquitectónicos y estéticos, entre otros, en 1994 en el Plan de Ordenación de Recursos Naturales del parque natural de Cabo de Gata-Níjar haya significado nada para frenar dicho deterioro.
En otro ámbito territorial de la provincia, es ejemplo igualmente llamativo el de la población de Darrícal, situada en la Alpujarra, a orilla del río de Adra, que ha sido expropiada por el Estado por haber desaparecido presumiblemente su vega inundada por la cola del pantano de Benínar.
Hace años demostré que esta población, desaparecido Benínar, núcleo destruido por el mismo motivo, era el ejemplo más completo conservado de arquitectura rural nazarí, ya que, salvando las distancias y especialmente los medios disponibles, responde a los mismos criterios constructivos que los palacios de la Alhambra y demás edificios nazaríes conservados, aunque su construcción en la mayor parte de los ejemplos conservados en Dárrical, sea muy posterior a la desaparición del poder político que hasta hace medio milenio sustentó dicha arquitectura.
En definitiva Darrícal presenta un completo ejemplo de arquitectura donde una trama estructural, en la que a veces se insertan muros de carga, se enmascara con falsos arcos que nada sostienen o con celosías geométricas que permiten la iluminación de espacios cerrados, entre otras soluciones decorativas que ya documenté y describí hace años.
A pesar de contemplarse desde época reciente en la legislación vigente la figura de bien de interés etnográfico y de ser pública la importancia de Darrícal como ejemplo singular de una arquitectura sorprendente y de no verse afectada para nada la integridad de su caserío por el citado pantano, no ha surgido el mecanismo para conseguir que las casas que se han ido expropiando puedan ser conservadas y mantenidas para su explotación en el marco de un turismo rural del que tanto se habla y tan poco se propicia. Este hecho resulta sorprendente cuando en otras zonas de España diversos colectivos ciudadanos han rescatado poblaciones abandonadas, en mucho peor estado que Darrícal en la actualidad, para dedicarlas a lugares de recreo y esparcimiento, como ocurre en la misma provincia de Almería con el poblado minero de las Menas de Serón que está siendo reconstruido por la administración autonómica con crecido costo.
No debemos de olvidar que el interés por la cultura en general y por la cultura popular en particular suele aparecer unido al nivel de evolución de cualquier sociedad, según el silogismo que suele asociar los mayores niveles de desarrollo económico con los correspondientes culturales, por tanto la demanda social de cultura suele ser resultado de los niveles de desarrollo de sus gentes. Almería era hasta hace pocos años una de las provincias más depauperadas de España, situación que afortunadamente ha sido vencida sobre todo con el esfuerzo de una población emprendedora que ha sido capaz de superar con inteligencia e imaginación las dificultades que siempre ha planteado un territorio difícil.
Sin embargo el déficit cultural de partida que arrastra Almería ha impedido que en un buen número de campos del conocimiento, entre los cuales se encuentra el interés por el patrimonio popular, se halla alcanzado un nivel equiparable a otras zonas de la Unión Europea en que nos hemos integrado.
El resultado ha sido dramático pues viviendas e instalaciones de excelente calidad para su habitación y uso, con auténtica adaptación bioclimática al medio han sido sustituidas, en aras de una modernidad mal entendida, por unas construcciones realizadas en materiales baratos, a menudo escasamente adecuados para las condiciones climáticas existentes allí donde se construían, sustituyendo tejados cerámicos o de piedra o terrados, que eran excelentes aislantes, por "uralitas" y similares que empobrecen notablemente la calidad de los edificios resultantes.
Es cierto que las instituciones democráticas que han mantenido la administración del territorio almeriense tras el régimen del general Franco han estado atentas a algunas de las demandas culturales presentes en la sociedad y, a iniciativa de biólogos, botánicos y gentes procedentes de las áreas de ciencias, la falta de las mismas desde el campo de las humanidades es evidente, ha dado lugar a una política de protección del territorio y a la declaración de espacios protegidos que también a afectado especialmente a Almería.
Sin embargo con semejantes antecedentes no debe de extrañar que los programas de planificación de los citados parques almerienses se hayan realizado casi de espaldas a su patrimonio arquitectónico en general y a su patrimonio popular en particular, como se ha señalado respecto al cortijo del Fraile en el parque natural de Cabo de Gata-Níjar, entre otros muchos que se podrían aportar.
Ante semejante panorama ¿cuáles podrían ser las propuestas concretas que frenen la destrucción de una parte fundamental de la cultura popular que se ha elaborado en esta tierra a lo largo de siglos o de milenios? ¿Cómo conseguir que se continúe manteniendo la identidad formal de una tierra que ha mostrado tradicionalmente en ella sus señas de identidad?.
Problema difícil de resolver, no obstante considero que entre el ramillete de medidas concretas que intentar debían de encontrarse las siguientes:
- Ante todo conseguir que la propia administración cumpla la ley, poniendo en ejecución o sencillamente activando, los mecanismos necesarios para conseguirlo, hecho que supondría un importante avance sobre la situación actual.
- Arbitrar un plan que difunda entre la población los valores de la arquitectura popular como seña básica de la propia identidad.
- Establecer mecanismos que permitan la conservación de los oficios artesanales necesarios para la conservación de la arquitectura popular que aún se mantiene en pie y la rehabilitación de aquella que aún permita su rescate.
- Incluir medidas concretas de respeto a la arquitectura popular en las normativas de planeamiento urbano vigentes o que se aprueben en el futuro y crear mecanismos de asesoría para la restauración de edificios populares, a ser posible, en condiciones económicas ventajosas.
- Igualmente sería de utilidad la creación de ayudas económicas que incentivaran la conservación del patrimonio popular.
- Finalmente sería conveniente aplicar la figura de lugar de interés etnológico prevista por la vigente ley del patrimonio histórico andaluz a todos aquellos edificios o instalaciones que se consideren reúnen interés para la conservación de la arquitectura popular.
En definitiva, con estas y otras medidas que se pudieran añadir, lo que se pretendería sería que Almería conservara lo que aún se pueda salvar de una de las señas básicas de su paisaje que la aleja de la homogeneización imperante en la actualidad, proporcionándole un referente básico de su historia y una salvaguarda del equilibrio de su medio ambiente.